Hace unos días, Sergio Narváez, mi amigo de infancia, me preguntó qué pensaba de la gente que se dedicaba a corregir tildes a diestra y siniestra, aun, cuando el texto por lógica no necesitaba estrictamente la tilde para comunicar asertivamente.
Hace unos días, Sergio Narváez, mi amigo de infancia, me preguntó qué pensaba de la gente que se dedicaba a corregir tildes a diestra y siniestra, aun, cuando el texto por lógica no necesitaba estrictamente la tilde para comunicar asertivamente.