Entonces, vemos a más de uno llegar a un país como este, me refiero al paraíso, totalmente deslumbrados. Incapaces de reconocer las problemáticas sociales que hay dentro del mismo.
Tal vez por esta razón, se pasan por alto los problemas mentales, las adicciones a las drogas propiciadas incluso en los mismos centros de salud con sus prescripciones de morfina y productos derivados de la misma para aguantar o para buscar la solución más fácil a la hora de dormir en un país en donde poco se duerme.
Me imagino que hay una mezcla de ignorancia y miedo a lo desconocido lo que no le permite a más de uno darse cuenta que el estado de las vías no es muy diferente al de nuestros países de origen.
Tampoco pueden ver que la discriminación existe, que cientos de jóvenes desarrollan comportamientos depresivos y que los adultos también, pero, siempre habrá un expendio de licor cerca a sus casas.
Estoy seguro que ese afán de comparar la vida en los países de donde uno viene con la vida aquí, tiene que ver precisamente con ese imaginario en donde el dólar está a la vuelta de la esquina, en donde las ayudas abundan y nadie se pregunta de dónde vienen y por qué son tan fáciles de adquirir.
De hecho, es “normal” encontrar a personas que se dedican a vivir de ayudas, llegando incluso a salir de una ayuda y a entrar a la otra de manera más que descarada.
No puedo olvidar también el tema de la salud que, en definitiva, es una lotería o una especie de ruleta que depende de un estatus, aunque para los nacionales no es que sea la maravilla hecha realidad. Entre espera y espera para una atención médica pasan muchas cosas y no precisamente buenas. Lo demás es publicidad.
Como sea, por alguna extraña razón, por estas tierras de ensueño, la calidad de vida está ligada al dinero, no importa cuál sea el costo, para muchos, por no decir cientos, tener dinero es calidad de vida, no importa que la estabilidad emocional esté hecha una autentica mierda.
No interesa el aumento de la ansiedad o que el consumo de productos tangibles o intangibles generen dependencias; no importa que la pornografía tenga altos estándares o que la prostitución por conveniencia esté a la orden del día.
Muchos menos interesa que la supuesta libertad o pensamiento libre se confunda con degradación del mismo ser.
Sin embargo, a la final uno entiende. Sí, uno entiende que en nuestros países de origen vivimos tan mal, económicamente hablando, que la mayoría de la gente que llega aquí o allá, reciben con agrado las miserias que les brinda el nuevo país.
Es algo así como estar acostumbrado a comer migajas y después llega a comer los desperdicios que caen de la mesa de algún rico y pensar que esas saben mejor y que alimentan.
Pero, uno entiende, mas, cuando sabemos que, a nuestro país, teniendo todo para ser prospero, se lo siguen robando, lo siguen masacrando, siguen jugando con el bolsillo de las personas, con sus sueños e ilusiones, con la vida misma.
Entonces, sí, uno a la final entiende por qué la gente, no todos, pero si una gran mayoría, se deja impresionar con tan poco. Tal como lo dice el refrán popular: “El que no conoce a Dios a cualquier santo le reza”.
Por: Luis Carlos Rojas García, escritor.