Al igual que en el libro de Gabriel García Márquez, varios en el pueblo sabían la suerte que correría Santiago Nasar en manos de los hermanos Vicario. Desde este portal anunciamos el indefectible destino del Deportes Tolima en el semestre B de 2023.
No es cuestión de brujería y menos de falta de amor hacia el equipo. Simplemente el oficio del periodista es analizar las cosas como son y no como se quieren ver. Es por eso que desde meses atrás la evidencia y los argumentos eran claros para poder vaticinar que el equipo no clasificaría a los cuadrangulares finales.
Tuvimos en las redes sociales varios insultos e improperios de parte de algunos energúmenos que dicen ser hinchas, que seguramente son de aquellos que alejan a las buenas personas de los estadios. De esos que si no se les dice lo que quieren oír o leer, son capaces de agredir sin contemplación alguna. Un peligro para la sociedad.
La labor del buen periodista no es salir con la camiseta puesta a hacer arengas y apoyar al equipo en las buenas y en las malas. Eso sería para aplaudir en un aficionado. Al hincha se le valora su pasión, sus idas al estadio, su desbordado amor sin caer en la violencia. No obstante, la labor de la prensa es otra.
El periodista tiene pasiones pero las debe controlar. Debe tener sensatez y con base a la evidencia, a los argumentos y a su deber con la verdad, orienta a la comunidad. Imagínense ustedes un comunicador que por no herir a sus oyentes o sus lectores, omite las cifras del DANE sobre pobreza, o no informa sobre lo que está pasando con el Nevado del Ruiz.
El buen periodista se debe a la verdad. Es por eso que dijimos desde el semestre pasado que el Deportes Tolima estaba afectado en su interior. Algunos jugadores se fueron por situaciones de indisciplina y la esperanza era que el 2023 fuera diferente. Es un secreto a voces que las cosas no mejoraron y que la cohesión del grupo no era la mejor a pesar de lo que decían las directivas y el silencio de algún sector de la prensa.
Se habló de la consecuencia (las continuas lesiones) pero no de la causa. Nadie quiso indagar más profundo sobre lo que pasaba internamente. Le creyeron cada palabra a Hernán Torres cuando decía que el grupo estaba bien y que todo obedecía a la mala suerte y que el apoyo a su labor era irrestricta. Todo cambió cuando lo sacaron. Al parecer el tema se volvió insostenible.
No hay tiempo de llorar sobre la leche derramada. El equipo estrena técnico y la esperanza es iniciar un nuevo proceso, con otra mentalidad y exigiendo a las directivas que el que se quiera ir que se vaya y el que quiera vestir la camiseta con decoro que se quede. Amanecerá y veremos.
Deportes Tolima no es un equipo grande pero sí es un protagonista del fútbol colombiano. Ese fue el legado que le dejó Gabriel Camargo a su familia. El mejor homenaje que le pueden hacer, más que le cambien el nombre al estadio, es sostener el grupo y que siga siendo competitivo. Desde la enfermedad del Don, las cosas no van por buen camino. Se rumora que el señor Prince está extralimitado en sus funciones. Hace falta el viejo indudablemente.
No sabemos qué va a pasar de ahora en adelante, pero sí podemos decir qué puede pasar de no haber cambios sustanciales. Si no hay respeto en los procesos técnicos, seguirá la indisciplina y con ello los malos resultados. Hay que exigir porque la institución es muy seria en sus compromisos contractuales.
Alguna vez el escritor argentino Jorge Luis Borges fue invitado de honor a un evento en España y en el recinto había gente de malos procederes, famosos de la prensa, del teatro y las letras. Borges cantó unas cuantas verdades y el aplauso al final de su intervención fue muy tenue.
El presentador de la ceremonia sin percatarse que el micrófono seguía prendido le dijo: “maestro, comprenderá que el aplauso fue débil porque usted fue muy duro”. El escritor lo miró a los ojos y le dijo: “¿y quién le dijo a usted que yo vine a que me aplaudieran?”.
¡Los periodistas no buscamos aplausos, buscamos verdades!
Este es un editorial de A la luz Pública.