(¿Qué fue lo que pasó?)
Hace unos días escribí que, si en el paraíso comenzaran a regular todo lo relacionado con licor y la marihuana, si hubiese alguna restricción o comenzaran a cerrar los establecimientos que los distribuyen, la cosa se pondría preocupante, ya que a la gente le puede faltar de todo, menos la maracachafa y el trago.
De ahí que, aunque hay tanto pánico en esta sociedad por las mil y un variantes del virus más farandulero de la historia, las entidades encargadas de distribuir licor y marihuana con todos sus derivados, no han cerrado; no se sabe a ciencia cierta por qué, o tal vez no se quiera preguntar ¿Por qué?
Han cerrado restaurantes, gimnasios, almacenes, bibliotecas y otros que se consideran “no esenciales”, pero, la distribución de licor y marihuana, junto con sus establecimientos siguen atendiendo con una sonrisa de oreja a oreja que salta por encima del tapabocas que: ¡Ahora resulta que no funciona!
¿Será que así de adictos somos por estas tierras depresivas? No lo sé, no lo sé y no lo sé, aunque ya lo sepa.
Lo cierto es que con la llegada del Omicron, el gobierno no encontró otra manera de contralar la situación que, haciendo lo mismo que ya habían hecho antes. Por supuesto, muchos critican las medidas de encierro, de cierres, nuevas vacunas salidas quién sabe de dónde, el uso de códigos QR para poder entrar y comprar en los lugares abiertos y hasta de restricción de movilidad, aunque no tienen otra cosa más que aceptar lo que se imponga puesto que, al parecer, no hay un plan más efectivo para contrarrestar al virus.
Sin embargo, con lo que no contaban es que ahora ¡Ay bendito! Les diera por poner restricción a la compra de la marihuana y el licor, ya que las personas deben presentar su código QR de vacunación y ahí es donde está el detalle, dijo el actor.
Resulta que cientos de personas no se han querido vacunar y hay, sin lugar a dudas, una gran cantidad de personas que, se resisten a inyectarse, pero, que consumen licor y marihuana en cantidades alarmantes.
Por supuesto, las voces de protesta no se han hecho esperar. Ya en las altas cortes del paraíso se habla de demandas, de que todo esto no es más que una manera de controlar a la población y hasta se menciona que aquí lo que se ve es un sistema autoritario que nada tiene que ver con la “libertad” que se respira a -20 °C con sensación de -35°C.
Como sea, la paranoia es grande y si la restricción del licor y la mamá Juana se lleva acabo y se liga con una forma de presión, el panorama no será el más favorable para este remanso de paz y de idealización al que todos llaman: El paraíso con la mejor calidad de vida que pueda existir sobre la tierra.
Por: Luis Carlos Rojas García, escritor.