Análisis del auge de la comunicación digital que se vive en la ciudad.
Sin duda la opinión en general saluda la llegada de más medios digitales, portales, perfiles de Facebook y demás, que quieren contribuir a la labor informativa que se desarrolla en Ibagué.
De manera incomprensible en la ciudad no se ha disparado todavía el formato del bloguero que en otras ciudades y países se constituye en fuente de consulta y de destacada influencia.
Atrás quedaron los tiempos de los unanimismos mediáticos, de los periodistas que desde sus tribunas radiales quitaban y ponían, recibían en caravanas y mítines a políticos excarcelados (caso Santofimio) y engrosaban sus chequeras a golpes de micrófono y uno que otro evento masivo. Hoy, las cifras de los estudios de sintonía muestran un total estancamiento en el crecimiento de los oyentes de A.M., en detrimento del F.M. que capta más la atención de jóvenes y nuevas audiencias.
Por costos de impresión, el auge del Internet y la crisis en la contratación de pauta, la ciudad perdió voces tan importantes aglutinadas en el desaparecido Tolima Siete Días; o la olvidada revista Cofradía, que trató de mantener su espíritu combativo en la web, pero que sucumbió de igual manera pese a los esfuerzos de Quijote del abogado Iván Ramírez.
Hoy día, cualquier ibaguereño, desde su móvil, tableta o computador, puede informarse en cinco minutos con la actualidad local que ofrecen portales como El Olfato, Sin Editar, Cambio In, El Cronista, A la luz Pública, El Anzuelo, y demás, contando con historias, crónicas, reseñas, columnas, amén de notas de denuncia ciudadana o de irregularidades en el sector público. Eso sin olvidar los medios tradicionales que también están en la web como el periódico El Nuevo Día, al igual que su apéndice Q’hubo, que informa a través de un blog, suponemos gratuito.
A veces se coindice en los contenidos, o a veces los editores pensarán en su sano criterio de agregar algo más, un dato adicional, a una historia que ya ha sido trabajada por otro colega.
Sin duda esos editores y agentes comerciales están realizando la titánica labor, igual que el agua penetra a la piedra, de convencer a gerentes y directivos de pautar en la web y así llegar a más audiencias, más públicos, y ver que sus métricas pueden ser medibles en el sentido de comprobar de dónde viene el tráfico de visitantes, quién comparte o comenta una noticia publicada.
Pero existe un falso espejismo que puede llegar a nublar a algunos, y es querer inflar a veces con cifras irreales de visitas, el verdadero tráfico que tiene su portal, para procurarse más realce y destacar sobre los demás. Es hasta entendible adoptar esta posición en la competencia que se plantea. A todos nos ha pasado.
En una entrevista reciente con el consultor de Google, Ángel Ortiz, este señalaba que no era buena estrategia comprar seguidores en Facebook, pues la mayoría de perfiles que te suministran son robots que no realizan interacción alguna. De la misma manera, parámetros de seguimiento como Alexa tampoco son confiables, ni garantizan la verdad absoluta en posicionamiento del sitio, según el asesor.
También señala Ortiz que tan solo el uno por ciento de las personas que aparecen viendo una noticia publicada en la red social, se toma el trabajo de ir a leer la información que se está divulgando por parte de un portal noticioso. (Ver entrevista aquí).
Yo diría que todos los medios son leídos y consultados y cada quién tiene su nicho de fieles seguidores, otros llegarán por despiste o curiosidad, pero ninguno, eso sí, es mejor o peor que los demás, como a veces se escucha de manera jactanciosa en corrillos y conversaciones de salón.
Todos le apuestan a volver virales sus notas, todos andamos a la cacería del clic, y algunos lo logran casi siempre, sea con temas escabrosos o serios, como el recordado video de “baje esa perra del carro, Luis”.
Preocupante sí que algunos de los nuevos medios no tengan una ‘bandera’ o sección que permita saber quiénes son sus editores o periodistas, ni mucho menos aparezcan firmas en las notas. Esconderse en los subterfugios está bien para panfletarios, pero no para periodistas que buscan orientar a la comunidad, y mucho menos llegarán a hacerlo mediante una agenda oculta o al servicio de intereses.
En conclusión: ojalá arribasen 100 medios digitales nuevos que contribuyan a enriquecer la democracia, la inclusión de minorías, el impulso de nuevos talentos en la comunicación, el nacimiento de negocios y nuevas formas de emprendimiento, porque la revolución digital en Ibagué llegó para quedarse.