Tal parece que los genes violentos heredados de nuestros tatarabuelos persisten y se niegan a desaparecer aún en pleno siglo XXI. En este folclor se evidenció una vez más que no será fácil erradicar esa naturaleza que causó, causa y al parecer causará, la pérdida de muchas vidas a manos de los violentos.
Tuve la oportunidad de leer libros como: Guerrilleros del Tolima, de Gonzalo Paris Lozano o algunos más recientes como Buen Viaje General de Benhur Sánchez o Tulio Varón de Álvaro Cuartas Coymat, en donde se habla de los famosos Macheteros de Doima. En ellos se describe la crudeza de la guerra en épocas posteriores al Olimpo Radical y a la vivida en la Regeneración en plena heg23emonía conservadora.
Los sanguinarios macheteros para algunos fueron héroes y para otros asesinos. Los revolucionarios liberales fueron protagonistas terminando el siglo XIX y empezando el XX, por sus métodos de combate de guerra de guerrillas en las cuales su arma principal era el machete. Con este elemento atacaban a sus enemigos y gracias a la destreza conseguida, lograron sendos triunfos y sembraron terror por donde iban.
Hoy en día el recuerdo de Tulio Varón se pierde entre las nuevas generaciones, pero, queda su legado para los amantes de la historia del Tolima. El líder liberal fue baleado por un francotirador del Ejército Gobiernista cuando iba en su caballo una cuadra antes de llegar a lo que hoy es la Universidad CUN en plena avenida Quinta. Su cadáver fue destrozado y expuesta su cabeza a su familia que residía en donde funciona actualmente la Alcaldía de Ibagué (hechos ocurridos el 21 de septiembre de 1901).
La fusión de los machetes de Tulio Varón, Vidal Acosta, Alí Villanueva, Nicolás Cantor, Cantalicio Reyes, entre otros, destrozaron a cerca de mil 200 soldados del ejército del gobierno conservador el 31 de agosto de 1901. Esto sucedió veinte días antes de la muerte de Varón. Los hechos se presentaron en el Hato de Doima, en unos sitios reconocidos como la Rusia Vieja y la Rusia Nueva. Fue todo un espectáculo dantesco.
Han pasado 122 años de estos sucesos pero nos negamos a abandonar los métodos violentos para la resolución de los conflictos. Lo inverosímil es que en aquellas épocas se mataban por un partido político, ahora en pleno siglo XXI se hace por cualquier pendejada.
Los macheteros del folclor aparecieron con sus armas dispuestos a acabar con el prójimo por cualquier insulso motivo. Es un milagro que de tantas grescas, poca organización y mucho consumo de licor, no hayan sido más las víctimas fatales. No obstante, se deben tomar medidas drásticas para evitar este tipo de situaciones a futuro.
Aquí no solamente cabe la responsabilidad de las autoridades civiles y de la Policía porque entonces saldría el siguiente interrogante ¿En dónde queda la cultura ciudadana, el respeto a la vida y la responsabilidad social de los ibaguereños?
Habrá que hacer la respectiva introspección porque la falla es general. Va desde los gobernantes hasta los gobernados. Por esta razón, cabe la frase de nuestro expresidente tolimense Darío Echandía quien se encarga de recordarnos sempiternamente que somos y seguiremos siendo un: “país de cafres”.
Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy
Editor General.