Vergüenza, es lo único que puede decir alguien sensato respecto a la gestión de un personaje como Iván Duque. De hecho, gente de su misma bancada, como es el caso de la lenguaraz María Fernanda Cabal, así lo confirman:
Sin embargo, no falta quien lo defiende a capa y espada y hasta lo han llegado a idealizar como el presidente más bueno, más gracioso, más humano, caballero y hasta el más atractivo. Es ahí en donde uno se comienza a preguntar: ¿En dónde ha estado viviendo esta gente?
Y es que uno entiende que la bancada corrupta del Sena y todos los arribistas y oportunistas como Polo Polo, Dávila, Vélez, entre otros, pues tienen precisamente esa función, lamer los zapatos, por no decir otra cosa, de estos personajes; pero, el resto de colombianos ¿Qué función cumplen?
Los últimos cuatro años han sido nefastos para la economía del país, y no podemos echarle la culpa a la pandemia; en los últimos cuatro años se han violado todo tipo de normas, reglas y derechos; hemos podido presenciar crímenes de todo tipo, desde asesinatos hasta suicidios por conveniencia; sin contar que se han robado hasta lo que no tenían que robarse. El nivel de descaro y corrupción ha sido desproporcionado y aún así, muchas personas dentro y fuera del país siguen aferrados a la idea de que este personaje ha sido el mejor de los mejores.
En su última intervención en el Congreso, Duque fue abucheado y no era para menos. Se va por la puerta trasera. Se marcha sin pena ni gloria; no es una exageración reafirmar que será recordado como el títere, el puerco, el cerdo, el inepto, el bueno para nada, el corrupto y hasta como la vergüenza más grande que haya podido tener el país en materia de presidentes.
Para completar sus condecoraciones deshonrosas, Duque pasará a la historia de Colombia como el gran mentiroso, será una suerte de chismosa de barrio, de esas que solo tienen embuste en su discurso sin sentido.
Es una pena, no hay dudas, ya que este sujeto de apariencia bonachona, tuvo la oportunidad de cambiar la historia de Colombia; desperdició su momento y prefirió convertirse en el remedo que es hoy en día y el que, definitivamente, las personas que tenemos un poquito de sentido común, no podemos olvidar para que no se vuelva a repetir semejante esperpento.
Por: Luis Carlos Rojas García, escritor.