Felis silvestris catus es el nombre científico de los felinos. La historia cuenta que la relación entre ellos y nosotros data hace más de nueve mil años. Los egipcios los endiosaron pues cuando se dieron cuenta de su potencial para erradicar plagas quisieron besarlos y venerarlos. Ellos propensos al misticismo, a la comprensión acertada de que no todo en el mundo es materia, se abrieron paso a la espiritualidad y a reconocer en los gatos, unos tintes místicos.
Los gatos han sido animales que nos reflejan como especie. Los humanos nos hemos inclinado ante ellos en busca de respuestas. Los humanos hemos quemado millares de gatos por temor a lo desconocido. Los humanos les hemos transmutado el racismo y achantado tintes de mala suerte a los gatitos de color negro. Los humanos los hemos vuelto elementos de ‘postureo’, la tendencia digital de fotografiarlos y exhibirlos.
En lo personal —cayendo, en mi dotes literarias y no periodísticas — creo que los gatos guardan un secreto inmenso. Tal vez lo mismo pensaban los antiguos egipcios y también los griegos quienes añadieron a sus habilidades exuberantes de siempre: las de caer de pie sin importar la altura, “ser tan veloces como un rayo”, y ser la muestra viva de la asepsia; la particularidad de ser gestores de armonía, felicidad, sabiduría y templanza.
En el siglo XVIII los gatos eran las mascotas predilectas de los franceses de alcurnia. Podría tener un patrón hasta 20 gatos en casa y mandarlos a retratar a mano, para adornar sus casas. Sin embargo, esa bondad animalista de los burgueses de antaño no contrastaba con el trato a los obreros quienes, en sus días buenos degustaban de las sobras alimenticias de sus patroncitos y sus mascotas.
Entonces, el hombre obrero, cansado de no ser tratado como gato, y ser trasnochado por sus maullidos, armó revuelta, se sublevó y emprendió la gran matanza de gatos. Porque eran tratados mejor que ellos, por rabia y algunos por credo. La santa inquisición también arrasó con muchas vidas felinas por todo Europa. El libro ‘La Gran Matanza de Gatos’, del periodista, literato e historiador, Robert Darnton reconstruye mediante la ficción el fenómeno anti-gatuno.
Hoy la onda es otra, hoy los gatos están en el top de los animales predilectos por nosotros los occidentales. Empezó la sinergia perfecta en Norteamérica donde los jóvenes trabajadores y universitarios con horarios extensos pero con soledades enormes, acudieron a una compañía que se adaptará a su ritmo de vida y qué mejor que un gato, que animal más independiente que ellos.
En Latinoamérica, el mejor amigo del hombre continúa siendo el perro, pero a medida que conocemos cuánta dedicación y espacio necesitan los caninos para tener condiciones óptimas de vida, el gato le gana terreno.
Yo, latinoamericano hasta las vísceras tenía en mi imaginario de relación amo-mascota la interacción de perrito-hombre, el problema es que la vida me unió a un gato. Fidel no me recibe batiendo la cola y tampoco ladra. Fidel me mira de lejos fijamente y hoy entiendo que ese es su saludo, si no me mira es porque no se ha dado cuenta que llegué a casa o porque simplemente le importó un rabo mi llegada.
Fidel no cae en la melosería desmesurada con la que me reciben algunos perros de mis familiares y amigos, Fidel entrega dosis de ronroneos y caricias de barba en momentos justos, cuando él los necesita o yo los necesito. A Fidel no lo saco al parque porque él se sale solo.
Fidel es muy territorial y hace un filtro perfecto con las personas que debo tomar en serio. Fidel tuvo indicios de leucemia pero fue descartada. Por su crisis de salud supe que puede acompañarme hasta 20 años y por cuestiones de personalidad, estilos de vida y atracción natural, yo me quedo y recomiendo los gatos. Ellos también:
«Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre» – Víctor Hugo.
«Del gato me gusta su temperamento independiente e ingrato, que le impide sentir apego por alguien; la indiferencia con que pasa del salón al tejado» – François René de Chateaubriand.
«Si yo prefiero los gatos a los perros es porque no hay gatos policías» – Jean Cocteau.
«¿Qué importa si el gato es blanco o negro, con tal que cace ratones?» – Den Xiao Pin.
«Los perros nos miran como sus dioses, los caballos como sus iguales, pero los gatos nos miran como sus súbditos.»- Winston Churchill.
«El gato vive solo. No necesita sociedad alguna. Sólo obedece cuando quiere, o simula dormir para observar mejor y araña todo cuanto puede arañar.» – François René de Chateaubriand.
«Los gatos tienen una absoluta honestidad emocional; los seres humanos, por una razón u otra, pueden ocultar sus sentimientos, pero el gato, no» – Ernest Hemingway.
Por: German Gómez Carvajal, Universidad de Ibagué.