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¿Quién no está mamado de los “Ismos” y de los cacicazgos políticos del Tolima?

Seguramente, los que están inmersos en un clan político (una minoría) dirán que no. Es una lógica, cada quién apunta para lo suyo y mientras alguien tenga un beneficio particular así sea a costa del atraso de su región, se hará el loco al respecto.

El Tolima desde siempre ha sido manejado como la hacienda de los caciques políticos tradicionales. Hace veinte años la hegemonía la tenía el llamado “Jaramillismo” en cabeza del exsenador Mauricio Jaramillo. El gamonal controlaba la Alcaldía y la Gobernación y muy pocas cosas se hacían sin su beneplácito.

Si alguien quería un contrato, necesitaba un trámite, buscaba proveer de algún bien o servicio a la administración, debía llegar a los partidos de fútbol, ir a hacerle barra y aplaudir sus goles. Algunos se especializaron hasta en amarrarle los guayos. No exagero.

Para la época lo que quedaba del ponqué burocrático lo manejaba el Gomezgallismo del desaparecido exsenador Luis Humberto Gómez Gallo y el Garciismo que presidía el jubilado congresista Carlos García Orjuela. En su tiempo tuvieron acceso al poder nacional y hasta presidentes del Senado llegaron a ser.

Pasaron los años y lo único que cambió fueron los nombres de los caciques. Las formas siguen idénticas, nada se mueve sin su permiso, nada se hace sin su bendición. Emergió desde el 2008 un movimiento llamado “Barretismo”  y tiene el control de casi toda la región.

Le salió al paso un disiente que aprovechando dicho movimiento se hizo alcalde de Ibagué. Puso sucesora y ahora él se autodenomina jefe del “Hurtadismo” y tiene el control de la ciudad. Seguramente con el modus operandi (que es  parecido) seguirán inventándose candidatos y terminarán de concejales, diputados o hasta representantes. Algunos sin ningún mérito.

La realidad es que el Tolima jamás saldrá de su subdesarrollo mientras todo se maneje a través del nepotismo, del amiguismo y del clientelismo. No quiero decir que todo lo que han hecho estos movimientos es malo, hay cosas plausibles, pero, surgen ciertos interrogantes: ¿Quiénes no hagan parte de esas pequeñas roscas tendrán algún día chance de demostrar sus competencias? ¿Se puede enfrentar la chequera oficial? ¿Seguirá siendo un suicido electoral?

Bogotá demostró que se puede elegir candidatos de diversas tendencias políticas. Malo o bueno, su gente ha decidido el destino de la capital con sus aciertos y equivocaciones. En Ibagué, no hay un voto que no esté direccionado por un presidente de Junta, un edil, un concejal, o un líder que trabaje para algún gamonal. Aquí el voto de opinión es casi utópico.

Si creen que exagero, esperemos el resultado de las elecciones a Cámara y Senado de 2026. Todo seguirá igual. No se avizoran cambios significativos de ninguna índole.

El tiempo me condenará o me dará la razón.

Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy

Editor General

 

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