
El joven, que ya no lo es, y que continua presentándose como la renovación de la política Ibaguereña ha sido un firme opositor del gobierno local de la ciudad de Ibagué. Firme por insistente, por obstinado, por constantemente estar lanzando puyas y cuentos. Firme por inmutable, firme por no dejar de hacer política y por seguirla haciendo de la misma forma.
Él se cree líder y se presenta como un hombre querido por el pueblo, por eso fue “el primer candidato cívico a la alcaldía de Ibagué”, este fue su alarde más bombeado en la campaña anterior sin embargo, de su boca salió un auto-cariño qué las urnas no tradujeron.
Ricardo Ferro le apuesta a presentarse como líder pero en realidad no lidera a nadie. Creó el pasado 20 de enero un plantón ciudadano para detener una supuesta privatización del Ibal (Empresa Ibaguereña de Acueducto y Alcantarillado) pero queriéndose hacer notar para bien, terminó siendo el motivo de chiste para los medios alternativos de la ciudad al ser rodeado por un número diminuto de personas en el “plantón ciudadano” con el que quería el brillar. Su plantón gigante, ávido de notoriedad se quedó en veremos y evidenció un poder de convocatoria irrisorio. José Alberto Girón, gerente del Ibal dejó en claro que la empresa no se ha querido privatizar y que esa jugada la querían hacer los gobernantes de la administración anterior.
Hoy, huérfano de poder, desaparecido de todo lo relevante a lo que Ibagué refiere, usa Ricardo Ferro el ruido. Porque su carrera política ha sido ruidosa pero poco hacendosa. Ha sido asesor del Palacio de Nariño, Director Nacional de desarrollo territorial, trabajó como directivo en Invías y otros cargos públicos importantes.
Sin lugar a dudas es un hombre preparado pero mal aconsejado o con un deseo de figurar que lo desdibuja.
Para ser un político diferente y representar lo que los ibaguereños deseamos, jóvenes y viejos, hay que tener dos cosas clarísimas: amor por la tierra que se quiere gobernar y la certeza de gobernar no para los deseos personales sino para materializar en lo concreto todo lo que presupuestualmente se pueda hacer por dicho territorio, con todo y gente.
Sin embargo, Ricardo Ferro usa su liderazgo para poner a circular cosas que él mismo sabe que no son ciertas con el único fin de que su nombre suene y eso no es honesto. Eso no es plausible, esa no es la manera de trabajar por una ciudad a la que presuntamente se quiere.
Yo como periodista a Ricardo Ferro lo condeno a mi silencio, no volveré a mencionarlo a menos que sea necesario, a menos que tenga que contarle a mis lectores acciones palpables que demuestren su preocupación y cariño por Ibagué. A menos que la realidad y el mismo Ricardo Ferro me muestren que estoy equivocado y me quiten de los ojos el hastío de ver a la supuesta renovación política del municipio, actuando como los vejetes de siempre, que hacen de la política una pugna, una herramienta de notoriedad, ese vaivén de egos no nos ha dejado nada jamás.
Necesitamos gente que trabaje, políticas constructivas, el ruido que ya no nos suene. Que el discurso se ejecute, que los proyectos se finiquiten, que la oposición sea mínimamente, seria.
Ricardo Ferro, sin lugar a dudas busca reconocimiento y sí que lo está logrando. Si qué se está creando fama. Un reconocimiento peyorativo que lo aleja de sus pretensiones y que yo como joven esperanzado, adolezco. Adolezco por que los dirigentes locales seguirán siendo los mismos y a todas las nuevas opciones las adiestran rapidito para convertirlos en sus réplicas. Hoy veto mis dedos, hoy guardo la esperanza de que el silencio que prometí se rompa pronto y que el personaje en cuestión sea digno de ser noticia muy pronto.
Por: Germán Gómez Carvajal, Universidad de Ibagué.