Editorial de A la luz Pública.
¿Qué pensarían juristas de la talla moral de Darío Echandía, Alfonso Reyes, Jorge Eliécer Gaitán, por mencionar solo unos pocos? Digo que no sé qué pensarían al observar la manera como la justicia sigue alcanzado los niveles más altos de corrupción y los más bajos de aceptación en toda la historia de Colombia.
No vamos a hablar aquí de los viajes en crucero de los magistrados de las altas cortes, o de los costosos regalos entregados a magistrados y sus esposas -quién sabe con qué intereses – o del aumento injustificado en el patrimonio de algunos togados. Esos son temas sobre los cuales el país está cansado de escuchar, y lo peor, sobre lo que no pasó absolutamente nada. Como no va a pasar en aquellos casos en donde hay involucrados miembros de la justicia del Tolima.
Ahora, los medios se alarman porque un magistrado de nombre Belisario Beltrán Bastidas, ubica a su hija abogada en los entes que con toda seguridad tienen procesos pendientes en el Tribunal al cual este pertenece. Algunos de los contratos de la afortunada jurista – afortunada por tener un papá con ese poder – se han hecho públicos e involucran a Cortolima y a la Alcaldía de Ibagué. Por los lados de Cortolima nada debería sorprendernos, esa corporación se convirtió desde hace mucho tiempo en una camarilla en donde anidan los más oscuros intereses burocráticos de los políticos de turno.
Pero otra cosa es la Alcaldía. ¿Luego el médico Guillermo Jaramillo no llegó al poder enarbolando la bandera de la lucha contra las viejas prácticas politiqueras? La verdad es que hasta ahora sólo ha demostrado que es más de lo mismo, disfrazado de representante del cambio. Un lobo con piel de oveja, dirían algunos. El nombramiento de la ‘afortunada’ abogada como asesora de la Alcaldía, a 15 días de que su papá tome una decisión frente al tema de la consulta popular, es por decirlo menos, vergonzoso y sospechoso.
Esto sin mencionar el nombramiento de la hermana del magistrado de la Corte Constitucional Luis Ernesto Vargas Silva como secretaria de Educación del municipio de Ibagué. O la condecoración por parte del alcalde y el gobernador al presidente del Consejo de Estado, jefe del papá magistrado que hace nombrar a su hija en la Alcaldía. ¿Será hilar muy delgado? ¿O será que el contubernio entre el poder del ejecutivo y los jueces genera este tipo de suspicacias, por el simple hecho de que pocos o muchos procesos pueden llegar a esas instancias judiciales?
Hay quienes expresan que las causas de la violencia en Colombia están en la ausencia de una justicia eficiente, imparcial y alejada de todo tipo de intereses distintos a hacer brillar la verdad. Qué dirán las decenas de funcionarios judiciales honestos que de alguna manera ven empañada su labor y el de su institución por actuaciones como esta. Lejos quedó la dignidad de la justicia que hoy se doblega ante un pedazo de latón, un pergamino o 30 monedas de plata para sus familiares.
¡Qué todo cambie, para que todo siga igual!