“Ufffff. pagar poquita cárcel y salir a disfrutar el botín”, fue la exclamación de repugnancia del presidente Gustavo Petro a la propuesta de acuerdo y beneficios que hizo el exsubdirector de la UNGRD, Sneyder Pinilla, a la Fiscalía y consistente en devolver $292 millones y pagar cinco años de condena en guarnición militar por los delitos cometidos y su “matriz de colaboración” para esclarecer la millonaria defraudación en la Unidad Nacional para la Gestión de Riesgos y Desastres que cada día sorprende al país con nuevos hechos y donde supuestamente están comprometidos varios dirigentes nacionales del gobierno del cambio.
La corrupción, este monstruo de mil cabezas que no obedece a condiciones ideológicas o religiosas, ni de raza, ni sexo, ni condición social o económica, o de satisfacción de necesidades, que no distingue entre doctos e iletrados, que no respeta presupuesto grande o chico, que tampoco distingue grado administrativo o si es del sector público o privado, que no es de ahora; pues ha acompañado los 214 años de formación patria. Es una condición humana tan dramática y lamentable que sobrevivió a la pena de muerte que impuso el libertador Bolívar para preservar el presupuesto nacional de las manos de los “defraudadores públicos” y castigar a los jueces cómplices.
Pero si la amenaza de la pena capital no funcionó, entonces qué decir de nuestros tiempos, cuando los delincuentes antes de actuar ya calculan su “condena real” con los acuerdos por delación, la prisión domiciliaria y demás beneficios que contempla la legislación vigente que vuelven ridículo cualquier acto monstruoso contra los recursos de los colombianos.
Es una realidad bien triste, ya que mientras desde todas las cúpulas y orillas políticas siguen agarrados por preservar o reconquistar el poder, la corrupción sigue campante saqueando las arcas del Estado, porque entonces, ya que se habla de acuerdos nacionales en torno a beneficios para los desposeídos y contra las injusticias sociales, no hacer ese primer acuerdo en torno a la dignidad, a la moral y a la honestidad que debe imperar en toda sociedad.
El 20 de julio, se celebra la independencia de Colombia y este 24 de julio se conmemora el natalicio del libertador Simón Bolívar, por qué no aprovechar el patriotismo que despiertan esas fechas para hacer historia real contra la corrupción y los traidores de la patria, ya que todos, por múltiples factores, somos tolerantes de la existencia de ese monstruo.
Por: Miguel Salavarrieta Marín, periodista.