El precio de la libertad lo entendieron miles de hombres de la antigüedad y en todas las latitudes. Fue la causa por la que inmolaron su vida cientos de espartanos en la antigua Grecia, ante la tiranía del rey del Imperio aqueménida Jerjes I (el más extenso y poderoso de los persas 486-465 A.C). Fue el motivo por el que un noble escocés como Robert VI Bruce decidió luchar contra el yugo inglés a partir del año 1305 de nuestra era.
Quizás Simón Bolívar habría podido ser un gomelo de su época y disfrutar de sus riquezas heredadas y no ponerse a desafiar a la monarquía española. Muy seguramente para los cientos de pelafustanes con complejos de “Juanpis González” en nuestro país, el Libertador fue un pendejo que no aprovechó las oportunidades que le dio la vida.
Esa herencia colonial nos permite seguir admirando las infames monarquías que todavía existen en el mundo. Hay muchos que todavía lloran a la Reina Isabel II y defienden este tipo de procederes en pleno siglo XXI. El que lee la historia sabe cuántas infamias se esconden detrás de las realezas y los vejámenes que han cometido con los pueblos colonizados.
No tengo en mi memoria, ni en lo visto, ni en lo leído; un discurso tan contundente, sincero, vehemente y veraz de un presidente colombiano como el que expuso Gustavo Petro ante la Asamblea General de la ONU. Sé que para algunos sería mejor un mandatario que hubiera llegado a elogiar a los gringos y a venderse ante El Patrón por cualquier prebenda. Es la manera como nos han enseñado a progresar.
Por fortuna Petro fue más aplaudido que criticado y la sensación que dejó en su electorado fue la de un mandatario que no solo goza de una gran inteligencia sino además tiene los pantalones bien puestos y muy claro para quién gobernará. Seguramente, sus detractores preferirían a un presidente que hablara de los Siete Enanitos y lo hiciera en inglés.
Analizando su discurso solo encuentro verdades irrefutables en campos de la realidad cotidiana como lo político, lo social, lo ambiental, entre otros. En primera medida la explotación sistemática que se ha hecho sobre los recursos naturales de manera desmesurada y que es una amenaza para los ecosistemas de la región. ¿Quién con un poco de sindéresis negaría que la selva Amazónica concentra la mayor parte de la biodiversidad del planeta? Si esto sigue avanzando la extinción será inevitable.
“Para ustedes mi país no les interesa sino para arrojar veneno a sus selvas, llevarse a sus hombres a la cárcel y arrojar a sus mujeres a la exclusión”: una verdad de Perogrullo la que expresó el primer mandatario de los colombianos. Seguramente, cesará la vorágine, hasta dejar la manigua como los españoles entregaron el cerro de Potosí en Bolivia muy bien descrito en “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano.
También, fue enfático en otra verdad sin discusión alguna y es la llamada “Guerra contra las drogas” impulsada por los Estados Unidos desde la década de 1970 con el fin de combatir el tráfico de sustancias ilegales que proviene de América Latina. Han pasado cincuenta años y el resultado más evidente de esta política es un mar de violencia, pobreza y corrupción en Colombia y México.
Petro, sabe que detrás de este flagelo y del tráfico de drogas, existe un jugoso negocio multimillonario que ha perdurado con la complicidad y la doble moral de los que han ostentado el poder.
“Disminuir el consumo de drogas no necesita de guerras, necesita que todos construyamos una mejor sociedad: una sociedad más solidaria, más afectuosa, donde la intensidad de la vida salve de las adicciones y de las nuevas esclavitudes. ¿Quieren menos drogas? Piensen en menos ganancias y en más amores. Piensen en un ejercicio racional del poder”, expresó el Presidente de Colombia.
Dice la Biblia, el libro sagrado para más de mil millones de personas en el mundo, que la raíz de todos los males es el amor al dinero. De forma valiente Gustavo Petro, desenmascara esta realidad expresando: “Descubrieron en el siglo XXI la peor de sus adicciones: la adicción al dinero y al petróleo”. Precisamente, esta adicción de acumular riqueza y poder es la que ha justificado el derramamiento de sangre: “Las guerras les han servido de excusa para no actuar contra la crisis climática. Las guerras les han mostrado cuán dependientes son de lo que acabará con la especie humana”, puntualizó.
El mundo entero empieza a hablar de las consecuencias del discurso de Petro. El Pacto Histórico prometió una mecánica de gobierno diferente que estará acompañada de cambios de fondo que el país pide a gritos. Todo lo que sea por cambiar la suerte de la mitad de los colombianos que viven en vulnerabilidad, creo que valdrá la pena. Adelante Presidente.
Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy.