Tolima
Felipe Ferro y Guillermo Alvira. Diseño: A la luz Pública.

Vuelve la puerta giratoria al Tolima

El descaro rampante de funcionarios y politiqueros de la región.

En 2026 se realizan las elecciones que definirán la nueva composición del Senado de la República y de la Cámara de Representantes. Y en el Tolima, asoma por todos lados lo peor de la condición humana: la avaricia, la codicia, el cálculo, la mezquindad de los grupos, camarillas y simples granujas que quieren seguir desangrando el erario, y que, como se afirma con sabia certeza por las calles de Ibagué «no tienen llenadero«.

Un diputadillo, al igual que un exalcalde y ahora secretario de despacho en la Gobernación del Tolima, preparan con astucia la coronación de la próxima ‘vuelta’: llegar al Congreso aupados «en la segura mula del presupuesto«, como afirmó con acierto el escritor Fernando Vallejo. La campaña, se hará con la repartija de contratos (no de ahora sino desde que comenzó su periodo) y con las fotos de inauguración de obras, cortes de cinta, anuncios de primeras piedras, que hicieron, hacen y harán en los municipios y veredas apartadas del departamento hasta que expire el límite legal que los inhabilite para renunciar y aterrizar tan campantes en el tarjetón.

Para los habitantes de comunidades raizales no habrá diferencia entre el funcionario o el candidato y terminarán votando «por el doctor que nos hizo la placa huella«, sin saber o sospechar que les metieron la mano al bolsillo, a la boca, a su misma inteligencia, ya que una y otra vez son engañados en un círculo vicioso que parece no tener fin en la región, ni mucho menos en el país.

Nunca se ve a gente decente meterse a la política: por allí no se asoman los académicos, los doctores (estos sí con doctorado), artistas o personas con una genuina sensibilidad social. La última esperanza de cambio real con la que se soñaba en la ‘Ola Verde’ terminó sepultada con un Antanas Mockus que resultó igual o peor de puestero y pelechador con millonarios contratos con su corporación, dizque sin ánimo de lucro (que lo inhabilitó al ser elegido en el Senado); o su esposa disfrutando de mullidos contratos en la Alcaldía de Bogotá, durante el mandato de Claudia López. Lo mismo que ocurrió, ha ocurrido y seguirá ocurriendo en el Tolima, con personajes como los aquí aludidos.

¿Qué hacer? ¿Salir al exilio renegando de la tierra como muchos? ¿Votar en blanco?, ¿No votar? «¿Hasta cuándo tendremos que ver a esos funcionarios que no llegan a los cargos públicos a servir sino a servirse?«, se ha preguntado en varias ocasiones en redes sociales y foros públicos el comunicador social especializado, exgerente de Indeportes, exgerente de la Lotería del Tolima, y actual secretario de Cultura y Turismo del Tolima, Alexander Castro Salcedo.

Quizá sí hay referentes en la región que tienen el poder de romper esos esquemas de las viejas mañas politiqueras que se volvieron moneda de uso corriente porque como se afirma en el Derecho «la costumbre hace la norma«. La misma gobernadora del Tolima, Adriana Matiz; la alcaldesa de Ibagué, Johana Aranda; entre otros, encarnan la esperanza de un Tolima más decente, más apegado a la ética y a los valores que hoy nos parecen perdidos o simple letra muerta en los románticos textos escolares.

Ellas, al igual que los electores en las urnas tienen el poder real para producir verdaderos cambios.

*Este es un editorial del director de A la luz Pública.

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