“El que esté libre de pecado que lance la primera piedra” fue la contundente justificación que la señora Mary Luz Herrán, exesposa del presidente Gustavo Petro, hizo frente al último escándalo del mandatario por su visita a un burdel en Portugal, la defensa más auténtica que he escuchado en los últimos tiempos en boca de uno de sus cerca de tres millones de fieles seguidores, siendo la típica demostración de que creer a ciegas en este líder, es lo que se define como un verdadero acto de fe.
Y hablo de auténtica ya que por lo general la defensa del mandatario se basa en repetitivas frases de cajón sin sentido, en ataques personales pasados de tono o en comparaciones del mesías con los corruptos mortales que han gobernado este país o con todo aquel que se atreva a criticar su vida y obra.
Su exesposa, la señora Herrán, quien se separó de Petro en el 2000, al participar en este debate, argumentó que “a los detractores de mi ex les arde la lengua al no tener pruebas de corrupción, sino de miserables 49 euros en un sitio para adultos” y agregó que ante la falta de fundamentos en las críticas, estos ataques son “hipocresía andante”.
No sobra recordar que la defensa de la señora Herrán está basada en un pasaje bíblico protagonizado por Jesús en un llamado a la conciencia de un grupo de fariseos y escribas que quiso apedrear a una mujer adúltera.
Mi idea no es meterme en esas profundidades religiosas, sino en citar un caso más de esa fanaticada que numéricamente es significativa, pero no decisiva, dónde algunos sostienen la caña por vergüenza, por tradición, pero en su mayoría, si los escuchamos, viven “azuzados” por ese ejército de contratistas de las redes sociales que simulan una lealtad con el cambio, si, con el suyo que les llegó en honorarios. A esa fanaticada no la cambia nadie, mejor dicho, siguiendo la misma fuente de inspiración de doña Mary Luz, “no hay peor ciego que el que no quiere”.
El mandatario reconoció haber estado en el Ménage Strip Club de Lisboa y subrayó que “Hay dos cosas que he aprendido en la vida: a no acostarme con mujer de la que no nazca nada en mi corazón y a no comprar el sexo cuando aún soy capaz de la seducción y de la poesía”.
El presidente remata este capítulo con su promesa de que “algún día contaré por qué me gasté 40 euros en ese sitio”. Será que el mandatario cumplirá esa promesa, ese secreto de 40 euros o tendremos que esperar la próxima epístola del evangelio del cambio según Alvaro Leyva Durán.
Por: Miguel Salavarrieta Marín
Comunicador Social
A La Luz Pública – Noticias de Colombia La fuerza de la verdad