José Joaquín, Víctor, y Juan José, sacristanes de la Catedral Primada de Ibagué, son los responsables del reloj del templo. Son los guardianes del tiempo de Ibagué.
Como Cronos en la mitología griega, Víctor Hugo Pérez, Juan José Sarmiento y José Joaquín Herrera, tienen el poder de parar y hacer correr el tiempo de Ibagué a su antojo. Tienen por encargo el mantenimiento del reloj de la Catedral Primada de Ibagué y las campanas del santuario.
Además de cumplir con las labores diarias que acarrea ser sacristán, el reloj de la Catedral requiere estricto cuidado; darle cuerda, mantener sus pesas equilibradas, fijarse en la exactitud del péndulo, lubricar con estricto juicio los pernos y hacer trinar las campanas, con el único fin de cumplir a los feligreses que están pendientes de él.
En tiempos digitales y de aparatos más modernos y tecnificados, el oficio de estos relojeros, en desuso y vetusto para algunos, hace creer que lo realizan con verdadera devoción, lo que genera un interés particular para unos pocos.
Víctor, sacristán encargado durante los cinco días de la semana, afirma: “la labor que cumplimos los tres sacristanes, es un compromiso con la historia del Tolima y con la comunidad ibaguereña. Nos sentimos orgullosos al hacer parte activa de la historia de nuestra tierra”
En el año 2011 el reloj dejó de funcionar ocho días completos: desconocimiento del funcionamiento, la razón. “Inmediatamente el teléfono de la sacristía sonó, las personas de la ciudad se quejaban por el incumplimiento del reloj. El problema radicaba en el mantenimiento, no se deben engrasar todos los engranes, solo los más importantes”, cuenta José Joaquín.
Los ibaguereños de a pie, saben que cada cuarto de hora las campanadas de la catedral, indican que el minutero llegó a su destino. También, que cada 60 minutos, estruendosamente suenan las campanas para marcar la hora en punto. El anuncio del cambio de hora, sirve a vecinos, de los barrios circundantes, sobre la hora en que deben alistarse para acudir a misa, bien sea entre semana, o los domingos, cuando no pueden faltar religiosamente.
El reloj data del año 1930, y fue donado por la colonia antioqueña, convirtiéndose en símbolo y referente tolimense.
“Se dice que es el reloj de los pobres, pensionados, vendedores ambulantes, viudas, estudiantes, desprevenidos, están pendientes de su funcionamiento”, añade Gabriel Forero, vendedor ambulante de la zona.
La labor del guardián del reloj, anteriormente la realizaba Luis Eduardo Salazar, quién durante 10 años sobrevivió gracias a este oficio. En 2005 se retiró y cinco años después falleció, dejando un legado a tres guardianes que aseguran el tiempo exacto a los ibaguereños.
El reloj de la Catedral, eternizado en postales y fotos de la capital tolimense, seguirá funcionando debido al esmerado trabajo de tres desconocidos, a los que ahora A la luz Pública quiere exaltar por su meritorio esfuerzo.
Texto y fotos: Daniel Camilo Preciado Gómez.