Pluto
Imagen: tomada de Internet.

Deje de ser un Pluto al que Tribilín lo lleva con correa

Pasa mucho en la política local

Muchos de ustedes recordarán los personajes de Walt Disney Tribilín y Pluto. Ambos eran perros pero con marcadas diferencias. El primero podía hablar y tenía características humanas dando vida a una figura literaria llamada: personificación. Así nacieron muchos personajes como el pato Donald o el ratón Mickey.

Mientras que Tribilín hablaba y andaba en dos patas, lo curioso es que Pluto si actuaba como un perro de verdad. Este último, apenas ladraba y muchas veces era llevado con correa por el primero.

A veces la vida real resulta muy similar a la ficción. Esas diferencias entre la misma especie no son exclusivas del mundo Disney. Hay algunos seres humanos que actúan como tribilines y tratan como perros a los de su misma especie. Lo triste es que muchos humanos se acostumbraron a que los enreden con huesos.

Sucede a menudo en la política, en donde algunos grupos tienen su propio Tribilín. Se percibe bonachón, excéntrico, alegre, a veces despistado y con una comunicación vertical. Solo él tiene la capacidad de tomar decisiones porque los demás solo están hechos para batir la cola.

El “Pluto” que se mire al espejo y se dé cuenta que no es un perro y que quiere hablar, inmediatamente pierde la categoría de leal, porque los caninos nacieron para amar a su amo y jamás atacar. La consigna es: “haga caso y guarde silencio”.

Es la famosa política del perrero. Es curioso que en pleno siglo XXI en el Tolima siga funcionando esta vetusta forma de hacer política. Pocos se rebelan ante los tribilines en el poder, a pesar de las torpezas que suelen cometer.

Si alguna vez se levantó y se dio cuenta de su humanidad y que lo han tratado como a Pluto, recuerde que usted es de la misma especie que su jefe. Todo lo de este mundo es prestado y generalmente es la enfermedad o las desavenencias las que aterrizan a las personas.

Releía hace poco la obra de Gabriel García Márquez “El general en su laberinto” en ella se refleja la debacle del Libertador Simón Bolívar, sus últimos días, su enfermedad y muerte. Hasta un hombre que saboreó la gloria en toda su expresión, al final se enfrentó a su realidad humana.

A propósito, en la misma obra se habla de José Palacios, el más antiguo servidor de Bolívar. Fue esclavo y el propio Libertador lo liberó. Lo curioso es que jamás dejó de serlo, porque por convicción prefirió seguir al servicio del General. Fue un Pluto feliz. No es de aplaudir, tampoco de reprochar pues, hablamos de Simón Bolívar. Al final hasta algo de herencia le dejó a su fiel sirviente.

Vivimos en nuestro propio universo Disney y cada uno de nosotros debemos ser conscientes y analizar si nuestra lealtad está siendo valorada. Habrá quién valga la pena y otros que solo utilizan a las personas para sus fines. Usted decide si quiere ser un Pluto o se acuerda de que es persona y merece un trato digno.

¡No se conforme con huesos!

Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy

Editor General.

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