Ni Putin es el diablo, ni Biden un santo y menos Zelenski, un flagelado Jesucristo.
Aquí no hay buenos, solo enardecidos egos que siempre han existido desde el inicio de la humanidad. Si se tratara de castigar el ansia de poder, y el colonialismo, el averno debería estar lleno de: persas, mongoles, vikingos, griegos, romanos, españoles, ingleses, gringos, rusos, y la lista de execrables sería más larga.
Para conocer un tema a fondo en definitiva hay que investigarlo, estudiar su contexto histórico, su interés geopolítico y sobre todo alejarse de la Agenda Setting (medios de comunicación del oligopolio) que son los encargados de vender mentiras a favor de los que ostentan el poder. Seguimos informándonos a través de propaganda basura como la orquestada por los Nazis con Joseph Goebbels, e inoculada al pueblo alemán, al que convencieron que eran los judíos los que tenían sumidos en una catástrofe al país. La consecuencia un antisemitismo que llevó a un genocidio de más de seis millones de personas en campos de concentración.
Estamos en pleno siglo XXI, con el conocimiento a la mano y todavía hay millones de personas que no saben por ejemplo que Israel fue un Estado creado por la ONU después de la Segunda Guerra Mundial y que se hizo para tener un aliado en Medio Oriente y controlar la mayor reserva petrolera del mundo. La consecuencia ha sido que judíos, musulmanes y cristianos, se sigan matando porque consideran que esas tierras son sagradas y les pertenecen según cada creencia.
No es muy diferente lo que sucede con Ucrania. Por allá por el siglo IX un rey vikingo de Suecia de nombre Oleg, extendió su dominio y trasladó su epicentro político a Kiev. De ahí nació una federación de tribus eslavas conocida por varios siglos como la Rus de Kiev. En ese orden de ideas Bielorrusia, Ucrania y Rusia comparten su mismo origen y legado cultural.
Después de las invasiones de los mongoles del Siglo XIII, Rusia ha considerado que tiene el derecho legítimo porque el principado de Moscú fue el único que sobrevivió al dominio mongol. De hecho, el Imperio Ruso tuvo control sobre estos territorios desde 1721 hasta 1917. Asimismo, con la llegada de los bolcheviques y la gestación de la Unión Soviética de Lenin el dominio sobre Ucrania no cambió.
Desde la disolución de la Unión Soviética (1922-1991) Ucrania pasó a ser una república soberana, no por ello libre del todo. Desde entonces la nación ha venido en una ardua carrera de descomunización. El proceso más notorio en la última década fue el conocido como Euromaidán (2013) en la que el expresidente Yanukóvich, rechazó los acuerdos con la Unión Europea. El resultado de la inestabilidad fue que Rusia aprovechó el desorden para anexar la península de Crimea a sus territorios.
En marzo de 2014, grupos separatistas de la región del sureste ucraniano de Donbás, con respaldo ruso hicieron lo propio y de ahí nacieron las nuevas repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk. Para apaciguar la guerra y la cantidad de muertes, se firmaron los Acuerdos de Minsk (capital de Bielorrusia) el 5 de septiembre de 2014. El compromiso era el alto al fuego inmediato y evitar la incursión militar a toda costa en la región. Es importante aclarar que Ucrania jamás cumplió lo pactado.( ver enlace “Callejón de los Ángeles de Donetsk”, Dombás cementerio de niños – PiensaPrensa)
Ahora el señor presidente de Ucrania Volodímir Zelenski, que por si no lo sabían es actor y comediante, sale a decir cosas como: “nos dejaron solos en esta guerra”. Un conflicto, que el mandatario permitió al no respetar los acuerdos pactados, al recibir respaldo militar desde antes de la invasión rusa, por parte de Estados Unidos y Reino Unido; además del querer hacer parte de la Otán, conociendo de las intenciones expansionistas de esta organización. ¿Pensaba que Putin se iba a quedar de brazos cruzados? Solo un ingenuo lo creería.
Pregunta: ¿Si Rusia hiciera pactos con México o con Canadá en donde los primeros pudieran colocar bases militares en sus fronteras, estarían los gringos tranquilos? Hablamos del omnipotente Estados Unidos, el mismo que no tiene remordimiento de haber colocado dos bombas nucleares en Hiroshima y Nagazaki, que acabaron con la vida de 200 mil personas, con la justificación de que así se aceleró el fin de la guerra. ¿No son los mismos que controlan la OTAN, la ONU, bombardearon Bosnia en 1995, invadieron a Afganistán en 2001, a Irak en 2003 y vienen apoyando desde el 2014 abiertamente a Ucrania?
Se les olvidó a los a los pro-yanquis, la intervención gringa en México en 1.846. Más de cinco mil muertos en combate, más de cuatro mil civiles y cómo se adueñaron de Texas, Nuevo México, Arizona, entre otros territorios bajo el tratado de Guadalupe- Hidalgo. ¿Recuerdan la pérdida de Panamá a inicios del siglo XX? ¿Sufren de amnesia los amantes del sueño americano desapareciendo estas vergüenzas cual Síndrome de Estocolmo?
En geopolítica es difícil determinar quiénes son los buenos y quiénes los malos. Lo que sí es evidente es que las víctimas son los pueblos, la gente del común, sobre todo la más vulnerable. Los gobiernos con tendencia totalitaria someten a sus dirigidos, le dan luz verde a sus políticas xenófobas, racistas e inhumanas. Curiosamente, son ellos mismos (los que las promueven), los que se lavan las manos cuando ven las nefastas consecuencias de sus decisiones.
Indiferentes ante el dolor de su propio pueblo, son lobos camuflados de ovejas. Son demonios que se disfrazan como ángeles de paz o de luz. Finalizo recordando las sentidas palabras del cantautor argentino León Gieco: » Solo le pido a Dios, que la guerra no me sea indiferente, es un monstruo grande y pisa fuerte». Todo nos indica que al final, no aprendimos ni aprenderemos.
Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy.