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La deleznable técnica del amarre político

Hace dos décadas cuando iniciaba en el periodismo, un concejal de la época que quería retener su curul,  me habló de alguien que presuntamente sabía mucho de política.  Se trataba de otro concejal que tenía aspiraciones más grandes y era para ese entonces su asesor de cabecera.

Como veinteañero recién graduado creía que ese gran asesor perteneciente a un “glorioso partido” sabía mucho de filósofos como John Locke o quizás de Adam Smith. Pensé que en su biblioteca no podía faltar El Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau.  Estaba muy desubicado del contexto.

Cuando traté de interrogar al concejal sobre su «salsa secreta» me habló de la técnica del amarre político. Me dijo que esa estrategia era infalible a la hora de lograr objetivos electorales. La misma era muy simple y vomitiva para alguien que apenas descubría las sucias maneras del sistema colombiano.

Empezaba con exigirle a quienes hacían parte de su nómina un número determinado de votos obligatorios. También, un aporte de dinero mensual para la causa política. Obviamente, eso era apenas para los dulces de la campaña.

El grueso, era el trabajo con contratistas de confianza para obras civiles con el objetivo de hacer un colchón de dinero. De ahí venía la compra de votos a través de activistas y de líderes comunales el día de las elecciones.  Esa era la poco intelectual pero deleznable técnica del amarre.

Me hablaba de estas ignominias como si hubiera descubierto la cura para el cáncer. Su asesor era su estandarte. Un faro que emitía la luz que lo llevaría al camino del éxito.

Fue una conversación informal y por ello al ser el derecho probatorio es lógico que se omitan los nombres de los personajes. Lo que me he encontrado con los años es que con muy pocas excepciones, esa sigue siendo la forma de hacer política en el país y en esta región.

Escuché  de candidatos al Concejo de Ibagué que se  gastaron más de 500 millones de pesos en su campaña. Esa suma de dinero  no la acumulan ni en los cuatro años con sus honorarios. Se podrán preguntar entonces  ¿Cuánto valdrá una campaña a la Cámara o al Senado para 2026? De cinco mil para arriba. Se habla de campañas al Senado de 15 mil o hasta 20 mil millones de pesos.

¿De dónde salen esos recursos? Sí señor, lo imaginan bien. Del erario y de los donantes mafiosos que buscan lavar su dinero sucio.

¿Cambiará algún día esta realidad? Lo dudo.

Andrés Leonardo Cabrera Godoy

Editor General.

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