Últimas decisiones de la alcaldesa Johana Aranda, generan inquietud en sus aliados políticos.
Hace pocos días las alarmas se encendieron con el anuncio de la millonaria sanción al contratista del puente de la calle 60, un negociado del que se benefició el exalcalde Andrés Hurtado, y que este quería impedir a toda costa por las repercusiones legales, penales y políticas, ya que el dirigente quiere ahora competir por la Gobernación del Tolima en 2027.
“Yo la quiero mucho pero ojalá no vaya a terminar en la cárcel”, la inquietante frase que lanzó en entrevistas el exalcalde Hurtado, lo que muchos interpretaron como una amenaza velada para Johana Aranda, a quien el propio Hurtado ayudó a elegir con toda la maquinaria, la chequera de la Alcaldía, y el grueso de contratistas y líderes en los comicios de 2023. Ni siquiera don Vito Corleone (jefe de la mafia en la ficción de ‘El Padrino’) se atrevió a tanto.
Algunos vaticinan que la ruptura entre Aranda y Hurtado es inminente, y algo natural en la política ya que cada mandatario quiere montar estructura, usufructuar los recursos públicos, aumentar el patrimonio, ayudar amigos y relacionados, sin tener que rendir cuentas a nadie. Lo mismo que hizo Andrés Hurtado al distanciarse de su mentor, el exgobernador y actual senador Oscar Barreto Quiroga.
Pero en esa pugna de poder que se extiende a los movimientos políticos que respaldaron a Johana Aranda en la campaña, también le están pasando cuenta de cobro a Cambio Radical (partido de Hurtado) y a uno de los dirigentes de la colectividad en la región, el actual diputado Juan Guillermo Beltrán Amórtegui.
A Beltrán le sacaron a ‘gorrazos’ a uno de sus apadrinados en la Alcaldía de Ibagué, el secretario de Agricultura, Humberto Orjuela. En un comunicado, el dirigente y exalcalde de Honda dijo que “Vemos con preocupación como en solo seis meses ya se ha cambiado más del 30% de los cargos de primer nivel, reconocemos la aprobación del plan de desarrollo como una hoja de ruta, pero es evidente que hay deficiencias en la dirección ejecutiva del gobierno, que permitan presentar resultados en los próximos meses”. Juan Guillermo también dijo sentirse maltratado con la decisión de la Administración.
La alcaldesa Aranda ripostó: “aquí hoy quiero decirles que ningún partido, ningún diputado, ninguna persona aliada toma decisiones por la alcaldesa (sic). La alcaldesa es autónoma y seguiré tomando las decisiones necesarias para salvaguardar los resultados que le tengo que entregar a la ciudad. Los cambios que se realizan en un gabinete es para generar la confianza en lo público y los porcentajes de ejecución, no hay tiempo, nuestro mayor enemigo es el tiempo. No hay tiempo para esperar resultados, no hay tiempo para que se ajuste”.
Quizá la alcaldesa Aranda se precipitó al extender la pugna política hacia Juan Guillermo Beltrán uno de los pocos dirigentes de la región tolimense que se ha caracterizado por su seriedad en los acuerdos electorales, la transparencia en el manejo de los recursos públicos, las obras y acciones que ha desarrollado en las comunidades para transformar su diario vivir.
Puede que a Johana Aranda la estén mal aconsejando, como aseguró el propio Andrés Hurtado, pero lo que no se puede caer es en perder la decencia, las formas, la manera adecuada de tomar decisiones o mandar mensajes a quienes la ayudaron y se pusieron la camiseta para llevarla a la Alcaldía de Ibagué.
Bien lo dijo Shakespeare en ‘El rey Lear’, una de sus tragedias: “mucho más afilada que el diente de una víbora es la ingratitud de un hijo”.
*Este es un editorial del director de A la luz Pública.