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Imágenes de referencia.

Llevamos todavía la herencia del clasismo y la prepotencia colonial

Es inverosímil que en pleno siglo XXI todavía se califique de americanos solamente a aquellos ciudadanos nacidos en el país del Tío Sam. Tal como lo expresa el cantautor argentino Piero, en su canción Los americanos: nacen convencidos que no hay nadie en el mundo que sea más importante” que ellos mismos. De hecho, lo ratifica el grupo chileno Prisioneros con su canción: Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos. 

Esa herencia colonial y de sometimiento entre pueblos, no fuera posible si no existiera gente que es feliz siendo sometida. Los que vieron la película Django sin cadenas recordarán al mayordomo negro Stephen Candie interpretado por el actor Samuel Jackson. En su papel, encarna al peor verdugo de su propia raza en una plantación algodonera en el Mississippi de 1858. Este es un gran ejemplo de lo que trato de explicar.

Mientras los gringos y europeos viajan a Colombia a tomarse fotos en el Cañón del Chicamocha, en Caño Cristales, en el Parque Tayrona o en el Amazonas; estos viajan a los Estados Unidos y son felices detrás de los edificios tomándose selfies. Es como recrear la cara de los indígenas cuando Colón descendió de las Carabelas y quedaron estupefactos ante cosas que jamás habían visto. Seguimos comportándonos igual a pesar del paso de los siglos.

Amamos su ropa, su estilo de vida, sus costumbres y demás. Los que no caen ante estos embrujos son calificados de manera peyorativa como indios porque hasta se nos olvida que todos tenemos ascendencia de los pueblos nativos mezclada con lo peorcito que llegó de España a conquistarnos. A propósito de Europa nos volvemos hinchas hasta de sus equipos de fútbol y nos agarramos de las mechas por defenderlos. Me cuesta trabajo imaginar a dos hijos del viejo continente en una pelea por definir si Nacional es mejor que Millonarios.

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Para muchos es mejor imitar a los funcionarios ladrones con “clase” que a los honrados con modales propios. Es mejor una ministra en tacones corrupta que una funcionaria competente que trabaje en tenis. Es mejor una vicepresidenta blanca que una negra que salude al personal del aseo. Es mejor una primera dama que no hable, no opine, no baile y le pida permiso a su marido para todo, a una que brille con luz propia y que prefiera junto a sus hijas,  diseñadores de la tierra a famosos de otras latitudes. ¿Herencia colonial? Claro que sí.

Me tomé el trabajo de hacer una pequeña lista de términos, conductas y costumbres que delatan todo lo expuesto anteriormente. Todavía hay seres humanos (hasta docentes) que dicen que las personas de raza negra son descendientes de esclavos. No señores. Son descendientes de seres humanos que fueron esclavizados y abusados de la forma más vil e inhumana.

¿Usted es de los que se refiere a una persona de mal carácter como indio o como una persona inculta? Si es así, le recuerdo que todos los seres humanos dependiendo de nuestros genes y del conductismo somos proclives a ciertas actitudes que nada tienen que ver con nuestra raza. Le agrego, que la cultura es un conjunto de costumbres y creencias de un grupo determinado y son valiosas todas y el deber en una democracia es preservarlas, incluirlas y protegerlas.  Eso sí, menos la traqueta que tanto le gusta a la “gente de bien” en donde usted vale de acuerdo al tamaño de las tetas y de la camioneta en la que se transporta.

Sobre los que se califican como “Gente de bien” estos deberían ser los que ayudan a su prójimo, respetan las creencias, las diferencias políticas, no maltratan a los animales, no tienen que robar para satisfacer sus caprichos, etc. Ir a misa o a un culto, para luego salir a despotricar, robar, engañar, maltratar a su semejante, lo convierte en un hipócrita, en un fariseo, y en un enemigo de lo que enseñó Jesús (no se engañe).

Si está en su casa y llega el carro recolector de desechos, no diga que llegaron los señores de la basura. Ellos son el personal que hace la limpieza y recoge la basura que usted acumula. Si sale de su casa, no llame a los habitantes de la calle o los califique de ‘desechables’, recuerde que cualquier persona puede llegar a caer en el flagelo de la droga. Ayude si puede y ojalá hágalo desinteresadamente.

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No le corresponde a usted decir quién se va al cielo o al infierno. En la izquierda o en la derecha política, en el catolicismo, en el protestantismo, en el budismo, hinduismo y hasta en el agnosticismo hay personas buenas y malas. Son sus acciones las que definen su condición. Si es creyente, recuerde que en el libro de Gálatas lo dice claramente: “De lo que el hombre siembra eso cosechará”. 

No califique de exitoso, solo al que tiene dinero. He visto a muchos con buenas cuentas y con familias destruidas, investigados por enriquecimiento ilícito y desprestigiados a más no poder. El éxito es relativo, hay personas que le aportaron demasiado a la humanidad (científicos, políticos, filántropos) y murieron pobres. Hay otros que llenaron sus bolsillos, pero no hicieron nada por nadie. Lo curioso es que estos se irán igual, sin nada.

No diga que alguien “vive muy bien” porque reside en un sector lujoso. Eso no la exime de las penurias de la vida: enfermedades, tristezas, desgracias, etc. De ahí cobra fuerza la frase de la vicepresidenta de: “vivir sabroso” en la cual ella hace referencia a la dicha de vivir sin miedo. El examen es personal. Si al hacer su introspección, el resultado es que usted vive sin grandes remordimientos y es feliz con lo que tiene,  usted es inmensamente afortunado.

En resumen. La próxima vez que utilice términos despectivos hacia algo o hacia alguien, tenga claro, que uno es amo de lo que calla y esclavo de lo que habla. Recuerde que, colombiano es el del centro, el de la periferia y todo el que es nacido en esta tierra. Eso indica que todos sus paisanos tienen el derecho absoluto de vivir en libertad y con oportunidades ¡La Colonia debe ser historia para siempre! 

Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy

Editor General.

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