—Te quiero decir algo.
—¿Qué cosa?
—Trascurren los días en donde el sol no es más que un pequeño recuerdo, una ilusión o tal vez una imagen confusa de algo que, en su momento existió pero que ya no es.
—¿De qué estamos hablando exactamente?
—De esos días en donde las hojas de los árboles amenazan con caer definitivamente y dejar a los mismos, con un aire sombrío, profundamente melancólico y triste.
—¡No lo sé! Yo veo que todo es hermoso, maravilloso.
—Pues mientras tú lo ves de esa manera, la lluvia, entre tanto, juguetea como un ratón que hace de las suyas en casa mientras el gato no está.
—¿Cuál gato?
—El gato blanco que ha decidido hacerse de rogar y no llegará hasta cuando él lo decida. Es como esos narcisistas que creen que son los amos y señores de la vida de los demás.
—¿Cómo así? ¿Por qué tienes que utilizar ese lenguaje tan raro? Además, aquí todo es normal.
—Sí, si claro, afuera, todo, aparentemente todo, sigue su curso, la vida se mueve, si es que a eso se le puede llamar vida. Y por si no lo notas, la temperatura ha bajado y los alicientes para soportar la estación amplían los márgenes de ingresos a las grandes cadenas, el esfuerzo laboral se duplica y las calefacciones han aumentado y con ellas el precio del servicio.
—¡Pues claro! No podemos aguantar ese frío tan terrible. Pero, no entiendo por qué tanto negativismo, mira que aquí podemos salir, caminar, nadie nos roba.
—¿Y por qué no sales ahora?
—Porque hace mucho frío y está lloviendo. Además, no me siento muy bien, desde que me separe… dame un segundo, voy a tomar mis píldoras.
—Te has dado cuenta que para muchos la soledad se ve ahora más clara y palpable.
—No, no lo he notado, la verdad es que cuando tomo mis píldoras todo es mucho mejor; en cuanto a la soledad, existen las páginas de internet y, y… todo es relativo. Y también tengo que decirte que una vez que tienes tu pasaporte azul eres feliz.
—Sí, para ti y para muchos, todo es relativo, aunque en el fondo, muy en el fondo, saben que la felicidad no se encuentra en ese pasaporte azul y que las puertas están abiertas para tocar fondo cuando menos se espera.
—¡El pasaporte azul lo es todo! Y abre miles de puertas; además, aquí no nos roban, ni matan a nadie, nunca escuchas un disparo y…
—Y ¿Qué pasa con el incremento de los tiroteos en tu ciudad vecina? Y ¿Qué pasa con las preocupantes estadísticas que muestran el aumento de suicidios sobre todo en hombres y que están por encima de los asesinatos?
—¡Eso no es cierto! Nunca vemos algo así. Son solo habladurías de la gente.
—Sí, por supuesto, no son más que simples habladurías porque no sale ni en la tv, ni en la prensa escrita, ni en la radio; allí, en esas cajas mágicas de espectros fantasmagóricos, todo es tan parco, todo es un reality show, con sus libretos y sus notitas de: (¡Aquí no pasa nada porque somos la sociedad perfecta y todos quieren venir a vivir aquí, así que páganos el precio que tengas que pagar!).
—Pero ¿Cuál es el precio? Dame un segundo, debo tomarme mi segunda pastilla. Pero no dejes de hablar por favor.
—El precio lo es todo, incluso, si tienes que trabajar día y noche ¡No hay problema! Algún día verás que todo ha valido la pena, los problemas de sueño, la adicción al alcohol, la separación, los problemas mentales, los problemas físicos, la adicción a las redes, a las “pastillas” o incluso, la soledad.
—Pero ¿No estás exagerando? Creo, que todo se vale aquí por lograr el sueño y tienes que esforzarte por conse… conseguirlo… ¡Oh perdón! Me siento algo mareado. Son las pastillas.
—Así es mi querido amigo, tú lo has dicho, para lograr el sueño hay que perder al mismo. Ahora si me disculpas, te dejo; en efecto, veo que las pastillas están haciendo lo suyo y te hará bien intentar dormir un poco. Al fin y al cabo, llevas muchas noches sin dormir.
Por: Luis Carlos Rojas García, escritor.