Relatos de la crudeza del conflicto armado en el sur tolimense.
Justino* es un curtido campesino del sur tolimense, cercano a los 80 años, y quien ha vivido como pocos los avatares de la violencia paramilitar, guerrillera y estatal.
“De joven nos tocó la Violencia, en los años de Rojas Pinilla y Laureano Gómez. Vivíamos en el monte, escondiéndonos como animalitos. Comíamos lo que encontrábamos y no podíamos hacer candela porque la ‘pajaramenta’ lo detectaba a uno y llegaban a violar las mujeres, matar los niños, bajar cabezas sin ningún miramiento.
Anduve por el Meta, el río Güejar y el Ariari. Trabajé en la minas de Muzo. Regresé a la tierrita del sur. Por allá vi en Las Hermosas a ‘Jerónimo’, a ‘Marlon’, a ‘Walter’ y hasta a ‘Alfonso Cano’. Mis vecinos cuando les contaba que había visto a Cano se ponían bravos porque decían que si ellos se lo hubieran encontrado habrían denunciado para ganarse la recompensa. Por ejemplo, a Walter lo entregó el suegro, en Chaparral, por ganarse 700 millones. Nunca volvió a la finca.
Había un muchacho que se había volado de la cárcel y fue con otros a atracar a un mayorista de café de Chaparral. Como al señor varias veces lo habían robado él dijo que en la próxima se hacía matar. Así fue: mató a uno y este chino salió roto de un tiro de escopeta. Otro también salió herido.
Uno se escondió en un cafetal y un vecino se quedó callado cuando pasó el Ejército, pero al rato les dijo ‘por allí iba uno echando sangre’. Lo cogieron, lo amarraron de un guayabo y lo prendieron a bala. Luego lo bajaron, le pusieron armas, estopines, y no dejaron arrimar a nadie. Me acuerdo que le pusieron al lado un Colt Caballo, de los que solo tienen en las brigadas. Al rato llegó el helicóptero y se lo llevaron para Chaparral.
Al otro muchacho también lo cogieron, pero lo amarraron y se le arrimó un paraco que andaba con ellos. Le quitó la camisa y con un machete le empezó a abrir el estómago. El pelao gritaba que le dieran un tiro que no le hicieran eso, pero el paraco, que hablaba como costeño, le decía ‘aguanta, que todavía te falta’. Lo torturaron muy feo y lo remataron a bala.
Al otro día, me levanto y llego al pueblo y veo que estaba reunida toda la junta de acción comunal, y el teniente del operativo estaba dirigiendo la reunión. Yo me paré y pregunté: ¿es que el teniente es ahora el nuevo presidente? Les dije que respetaran, que nosotros éramos población civil, que ellos no podían estar en nuestra reunión.
El paraco ese estaba ahí y también con un fusil me hacía fieros. Yo les reclamé por el operativo donde mataron a esos dos muchachos, les dije que como autoridad tenían que haberlos capturado y entregado a la justicia. El teniente me dijo ‘es que eso fue un intercambio de fuego’. Yo le dije: ‘sí, fue un intercambio, pero de las armas que ustedes tenían y con las que lo cargaron, con las que hicieron ese falso positivo’. Nunca supe que ellos hubiesen tenido que responder por eso ante la justicia”.
*Nombre cambiado para proteger la identidad de la fuente.
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