Es claro, que no son todos, pero sí varios. Es cierto que no se puede generalizar pero cada vez son más los accidentes que se generan en donde se ven involucrados motociclistas. De igual manera, es aterrador ver cómo algunos se pasan los semáforos en rojo, se suben a los andenes, andan sin pudor por las zonas peatonales. Les da igual si van en contravía. Hacen simplemente lo que les da la gana.
La gran pregunta es: ¿Qué hacer?
La semana pasada mi hija llegó de la Universidad con una crisis nerviosa porque vio al señor Adonay Galindo agonizar luego de ser atropellado por un motociclista en la Quinta con 42. El adulto mayor fue embestido por un individuo que se dio a la fuga pero al final fue interceptado por la comunidad. Según el relato de algunos ciudadanos el exceso de velocidad y la imprudencia fueron la causa de la tragedia.
Desde mi vehículo he visto varios domiciliarios a alta velocidad manejando en zigzag. Algunos más osados los he percibido haciendo acrobacias en plena avenida Quinta. Al parecer, no hay quien controle el caos vehicular. Aclaro, que de las imprudencias no se salvan ni: busetas, ni taxis y tampoco carros particulares. No obstante, el tema de las motos es capítulo aparte y las estadísticas lo respaldan.
Seguramente al leer esta columna saltarán motociclistas respetuosos de las normas a protestar y a defender al gremio. Creería que la primera solución es que esa mayoría que da buen ejemplo: denuncie, desapruebe y realice la respectiva sanción social a quienes afectan su imagen. Toca hacerlos famosos en las redes sociales a los energúmenos.
No se puede culpar a la Administración Municipal de la incultura ciudadana y de la poca inteligencia vial de algunos personajes. Es cierto que los agentes de tránsito deberían estar enfocados en controlar esta vorágine cazando a los infractores y aplicando sanciones. Lamentablemente, sus esfuerzos (al parecer) están concentrados en el negocio con las grúas y parqueaderos levantando carros hasta en las bahías. Es algo que exige hace rato una solución
No defiendo que esté bien que los conductores parqueen donde les parezca, pero es el menor de los problemas. Esta ciudad sin vías, pide a gritos descongestión y la respuesta es el crecimiento del parque automotor. Aumenta el rebusque por causa del desempleo y la ciudad se llena de motos y carros en una guerra por el centavo sin tregua.
Si no nos cuidamos entre nosotros mismo ¿cómo le vamos a hacer? Es hora de denunciar a todo el que infrinja la ley. Es hora de que los desadaptados vean que la gran mayoría no aprueba sus peligrosas conductas. Es hora que el Concejo Municipal tome cartas en el asunto para ponerle freno a la desidia que existe en el tráfico de la ciudad antes que se pierda el control total y no haya remedio.
De no empezar a ser más rigurosos con los desadaptados, la situación seguirá de mal en peor. La invitación es a denunciar a los enemigos de la comunidad. No olvidemos que la indiferencia también es una forma de aportar al detrimento social.
Este es un editorial de A la luz Pública.