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Causas cíclicas de las crisis políticas

77 años nos separan este nueve de abril de 2025 del más trágico acontecimiento de la historia colombiana que llevó al aberrante incremento de la violencia política partidista y privó a un hombre, quizás, de implementar los cambios sociales que aún reclama el país y que son resultado de la indolencia de parte de la dirigencia colombiana, de izquierda y de derecha, ante la tragedia diaria de millones de compatriotas que anhelan una oportunidad para satisfacer con dignidad y honestidad sus necesidades básicas.

Cada nueve de abril se rinde homenaje al inmolado caudillo Jorge Eliécer Gaitán Ayala, en quien los más necesitados tenían puestas sus esperanzas de cambio, de bienestar, así como otros sectores se identificaban con sus tesis de apreciación política, escuchadas de su vibrante voz y prodigiosa oratoria de elocuencia popular, dónde resaltaba su convicción liberal, su identidad con las causas del pueblo, el rechazo a la oligarquía y a los manzanillos y sus banderas de la restauración moral.

Dos años atrás, Gaitán, como cabeza de la disidente facción socialista liberal, se había enfrentado por la presidencia al candidato Gabriel Turbay, liberal oficialista y a Mariano Ospina Rodríguez, representante del partido conservador que llevaba 16 años sin presentar candidato propio en los últimos 16 años y que se impuso como resultado de la división de los liberales.

El prestigio y la imagen del “caudillo del pueblo”, en medio de la nefasta crisis política y social, escaló hasta el punto que históricamente tenía asegurada la presidencia en el debate que nunca llegó.

Sin embargo, y a pesar de que el mismo Gaitán, reiteradamente, en sus discursos señalaba que “no era el promotor ni el impulsador de su movimiento, sino el intérprete de un anhelo común y multitudinario, el cual se basaba en la descomposición política del liberalismo, al cual explotaban industrialmente personas sin ideales, sin grandeza y sin capacidad”, según señaló el destacado escritor y cronista gaitanista, José Antonio Osorio Lizarazo, en artículo publicado el 31 de diciembre de 1946 en el periódico El Tiempo.

Está advertencia o aclaración previa que hace Osorio Lizarazo, da paso a la radiografía de la crisis que afrontaba entonces el citado partido y el movimiento que encarnaba Gaitán, vicios o nefastos males que hoy en día tienen vigencia, sino en casi toda acción que se desprende de la actividad política.

De esta crónica que se reproduce en el libro “Novelas y crónicas J. A. Osorio Lizarazo”, de la Biblioteca Básica Colombiana, publicada en 1978 por el Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, con el título “Biografía de una crisis política – la aventura de un gaitanista”, vale la pena, por su actualidad, sin generalizar y obviamente con otros protagonistas, es interesante rescatar este diagnóstico cíclico de nuestra triste vida nacional, origen de muchos males, para que cada lector saque sus conclusiones:

  • José Antonio Osorio Lizarazo señala que “para quienes tenemos de la política un sentido ideal y puro y no pudimos adoptarla jamás como instrumento para la especulación económica o burocrática, la división liberal que dio por resultado la artificial victoria conservadora, provenía de dos causas fundamentales, de las que fueron simples expresiones los episodios de la campaña electoral”
  • Estas dos causas fueron: 1) la irregularidad del ritmo con que el partido dirigía la evolución política y social, que algunos “espíritus temperamentalmente revolucionarios y dinámicos queríamos más acelerado y regular”. 2) “la aparición del profesionalismo político, practicado por determinados elementos ineptos, ineficaces, fracasados en otras profesiones, circunstancia que desconcertaba a la sana opinión popular, porque subordinaba los grandes ideales al provecho personal de determinados individuos sin escrúpulo y sin responsabilidad”.
  • Osorio Lizarazo se queja y expone que el movimiento fue permeado por el “profesionalismo político”: “y esta gente, que desaloja al obrero, al intelectual, al ingeniero, al trabajador, al médico, al profesional, al hombre de trabajo, al abogado, al arquitecto, para reemplazarlos por sus servidores, por los servidores de la oligarquía, por el manzanillo, es la que quiere seguir mandando”.

El Cronista, que también trabajo en ese movimiento político, cuestiona que se carecía de un ideario, de un programa palpable, de conocimiento popular que estuviera más allá de la oratoria del caudillo, ya que se requería saber “- ¿Qué es lo que vamos a hacer cuando tumbemos la oligarquía? — ¿Qué dejaremos y qué cambiaremos? ¿Cómo enaltecemos y ponemos en su sitio al obrero, al intelectual, al ingeniero, al trabajador, etc.? ¿Cómo vamos a restaurar moralmente a la República para que todo no vaya a resultarnos una farsa, o una mentira, o un recurso electoral, y a implantar un régimen de pureza política? ¿Cuáles son nuestros instrumentos, nuestros objetivos concretos, nuestra razón de ser?

Otros aspectos de la crónica ya tienen que ver con el ejercicio realizado en esa época que hacen parte de la historia, pero aquí quiero resaltar la similitud del pasado y el presente en cuanto al accionar política, así como expresar el respeto y la admiración por alguien que marcó la esperanza de un país.

Por: Miguel Salavarrieta Marín

Comunicador social. 

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