Diego Maradona fue mi ídolo del fútbol mundial. Nadie trató la pelota con tanto cariño como El Pelusa. Para muchos fue un Dios en la Tierra y hasta iglesia tuvo. Cientos de personas se han tatuado su nombre o hasta su rostro como homenaje al astro argentino.
Todo su talento, fama y dinero lo empujaron al fango. Al final de sus días murió solo aunque rodeado de unos “profesionales “de la salud que en lugar de asistirlo lo dejaron morir. Se aprovecharon de sus adicciones para disfrutar de su dinero y ahora se defienden en un juicio en el cual los acusan por homicidio.
El caso de Diego aterriza a más de uno sobre lo que significa la vida y el boleto que tenemos para un viaje tan corto en este mundo terrenal. Podría haber muerto más viejo y vivir quizás unas dos décadas más, pero, nadie lo iba a rescatar de su inexorable destino. Hablo de la cita que todos tenemos con el Hombre de la Hoz y de la que nadie escapa por mucho que se crea.
El final de Maradona, nos hace reflexionar sobre cómo nos queremos ver en el ocaso de nuestras vidas. Muchos viven como si no fueran a morir nunca y con un inmenso miedo de enfrentar esta certeza. Es claro, que hay cosas que se nos salen de nuestras manos como saber cuándo y cómo, pero hay otras que si se pueden construir. Nuestro legado es quizás lo más importante.
Por ejemplo, al “Barrilete Cósmico” lo recordará la gran mayoría, por la riqueza que le entregó al fútbol. Obviamente, no se escapará de las tristezas que le causó a su familia y a su entorno por sus adicciones y excesos. También, para algunos, fue un mal ejemplo el que le dio a la juventud. Su herencia económica apenas es de interés de sus seres queridos más cercanos.
Así que no nos creamos mucho. A nadie lo recordarán porque tuvo autos de alta gama, porque compró casas, o se llenó de lujos. La única manera de inmortalizarte es por medio de lo que inspires y dejes de legado a la humanidad. Por lo menos, ya es algo el ser honesto con la familia, ser buen ejemplo y respetar al prójimo. Esto último implica: no matar, no robar, no engañar y no mentir.
No hay dioses en la Tierra. Hay personas que se sintieron dioses, pero hace rato se convirtieron en polvo. Unos malos como Hitler, Stalin o Manson. Algunos famosos como Michael Jackson o Marilyn Monroe. Otros polémicos como Jhon Lenon. Todos en el seol.
Hace un poco más de cuatro años murió Diego Armando Maradona, su familia lo llora, sus fanáticos lo recuerdan, sus detractores lo celebran. Tristemente, sus últimos días el mismo los describió con esta frase: “Solo como un perro”. Así se fue, un colosal del fútbol mundial.
Me pregunto cuántos hay con miserables cuotas de poder creyéndose mucho y olvidando que también algún día le tocará como a todos.
Maradona debe invitamos a no olvidarnos que sin nos inflamos mucho, hay cantidades de alfileres en nuestra existencia.
Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy
Editor General.