El fenómeno natural que ansían propios y extraños en la Ciudad de los Puentes.
«Llegan punticas de nicuro, bocachico. Se echa el chile a ver qué se saca. El bagre cae es con anzuelo«, explica José, un pescador venido de Ibagué y quien debió pedir permiso para aventurarse en el río, ya que las ‘camas’ en el Magdalena tienen propiedad y tradición de años. José clasifica los ejemplares y regresa al río los peces más pequeños que han caído en su red.
En Puerto Bogotá se consigue el pescado ya arreglado, a precios de intermediario. Son los comerciantes que adquieren el producto a los pescadores que madrugaron al río.
Luego de pasar el puente Luis Ignacio Andrade y una vez al interior de Honda, Arcesio, un vendedor de aguacates y fruta dice que cuando se dedica a la pesca lo máximo que se obtiene son 30 o 40 mil pesos, lo que le ayuda a solventar gastos y ayudar en la economía familiar.
En pocos días se realizan en Honda las fiestas de la subienda. Mientras tanto, los pescadores tratar de arrancarle al río grande de la Magdalena, los esquivos peces que llegarán a la mesa de muchos comensales. Con cada caída del chile y la atarraya al agua se van con ellos anhelos, deseos, esperanza de un mejor futuro, fe en el futuro, resiliencia.