Es un secreto a gritos que para lo único que sirven los clanes políticos, es para que sus miembros más cercanos acumulen poder y dinero, mientras el resto de ciudadanía vive como canes buscando que les tiren el hueso. Esa es la historia de Ibagué por décadas.
Hace unos lustros se hablaba del Gomezgallismo, del Jaramillismo y prácticamente quien no gozaba de la amistad de los patriarcas Luis Humberto Gómez Gallo o Mauricio Jaramillo, eran condenados al ostracismo. Este último de hecho controló por muchos años la Alcaldía de Ibagué y puso amigos por doquier en sus dependencias.
Desde el 2008 emergió un nuevo clan político conocido como el “Barretismo” quienes a excepción del periodo (2012-2015) controlan el presupuesto departamental hasta hoy. Su poder se extiende a Cortolima, Hospital Federico Lleras, Universidad del Tolima y hasta la injerencia en universidades privadas.
Ahora aparece en escena un clan desertor del Barretismo bautizado como Hurtadismo, quienes llevan manejando hace un lustro los destinos de la capital del departamento. Lo cierto es que en pleno siglo XXI Ibagué y el Tolima son controlados a su antojo por los caciques políticos de siempre y sus herederos.
Es prudente preguntarnos ¿Cómo puede progresar una región si su destino está encaminado a las decisiones de dos hombres que controlan cada uno de estos clanes? Hasta la mayoría de medios de comunicación se debaten entre los amigos del uno y del otro. De ahí los contenidos viscerales de acuerdo a sus simpatías y beneficios.
Los concejales y diputados en su gran mayoría son simples alfiles de cada uno de los bandos y hacen una bulla histriónica (con guion) de acuerdo a sus intereses. La comunidad se divide en dos: los que se benefician y son lambiscones de cada cacique o los que les da igual porque piensan que eso jamás va a cambiar. Son contados con los de dedos de la mano los independientes y dolientes.
No se deja por fuera el poder nacional porque también es claro que las esperanzas del departamento están puestas en otro cacicazgo y es el Jaramillista. Al existir un corto circuito entre lo local, lo departamental y lo nacional, no es difícil entender quiénes pierden.
Los “ismos” son estructuras de poder en donde al igual que las sectas solo se benefician los más cercanos, los más lamesuelas y los que están dispuestos a hacer lo que les toque. Mientras esto no cambie, el Tolima y su capital seguirán siendo manejados como una hacienda de patrones.
¿Usted qué opina?
*Este es un editorial del director de A la luz Pública.