Termina el ciclo de la política para el veterano dirigente liberal.
A las malas, Mauricio Jaramillo debe hacerse a un lado en el ejercicio electoral donde buscaba llegar a la Gobernación del Tolima este 29 de octubre. Más allá de eso, el jefe del Partido Liberal sigue sin entender que la vida o el Creador le han mandado señales que debería interpretar, cesar en su empeño, dar un paso al costado y promover nuevos liderazgos, frescos y renovados.
En vez de eso, Jaramillo y su camarilla de siempre (Jorge E. Casabianca, Ángel Gaitán, Olga B., Carlos Reyes y otros) se siguen aferrando al poder de un vetusto Partido Liberal, cada vez más desteñido y que no se conecta desde hace años con los jóvenes, las redes sociales o las nuevas expresiones cívicas y ciudadanas como los veganos, animalistas, anti taurinos.
El Partido Liberal tiene muy poca representación en el Tolima, con alcaldías y dirigentes que han migrado en estas elecciones hacia la Casa Barreto y sus candidatos. Se han sostenido (solo para Jaramillo y su camarilla) con la mermelada, hay que decirlo claro, que les ha entregado el gobierno de Gustavo Petro, y hasta el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo. Ver a Gonzalo Parra y a Marco Emilio Hincapié padre en altos cargos en Bogotá no solo es risible sino palmario sobre la politiquería rampante, la trazabilidad corrupta y descarada del ADN de los hermanos Jaramillo Martínez que posan, el uno de puestero y politiquero, y el otro de progresista y de avanzada, cuando sus acciones apuntan a direcciones totalmente opuestas, en lo ético, lo moral, y las sanas costumbres.
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Es cierto y conocido por todos que Mauricio Jaramillo es un hombre de cuantiosos recursos económicos, dueño de constructoras, de inmensas extensiones de tierra en los Llanos Orientales, y que ha usufructuado y vivido del poder público por décadas, tanto él como sus cercanos y familiares. «Toda la vida han tenido placas oficiales«, dice en Ibagué un conocido abogado en alusión al Clan Jaramillo que desde su padre Alfonso Jaramillo Salazar y su madre Hilda Martínez manejaron con ‘puño de hierro’ la política en el Tolima, enriqueciéndose de paso y asegurando el futuro de varias generaciones. ¿Cuál es el limite de la avaricia y de la codicia? ¿Cuánto dinero es suficiente para alcanzar la felicidad?
Ni Mauricio Jaramillo quiere retirarse (anunció una tutela contra la decisión del Consejo Electoral que lo margina del tarjetón a la Gobernación) y se pronostica una debacle para el liberalismo y sus candidatos este 29 de octubre. La Casa Barreto pondrá el impulso final que deberá llevar hasta el precipicio al Partido Liberal, en cuanto a sus intenciones de seguir pelechando a costa del erario y de los cándidos electores. «Hasta aquí llegaron«, sentenció hace pocas semanas en un discurso en tarima pública, la candidata a la Gobernación del Tolima Adriana Magali Matiz Vargas.
Los mismos ciudadanos les ajustarán cuentas por décadas de abandono, de indiferencia, de promesas vanas e incumplidas. Quizá los karmas de la vida también le están regresando a Mauricio Jaramillo lo que sembró en la región tolimense por años: mezquindad, odio, cangrejismo, divisionismo… Hay que saber retirarse a tiempo.
* Este es un editorial del director de A la luz Pública.
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