Es cierto que el hablar de religión levanta ampollas, genera incomodidades y exacerba odios. Sin embargo, el deber del periodismo no es generar simpatías sino destapar verdades que pueden estar ocultas tras el poder. A veces esta labor es plausible pero en otras se convierte de una sentencia de muerte.
Crecí como católico, la mayoría de mis más cercanos familiares lo son y sé que aunque nuestro Estado es laico, todavía sigue siendo la católica, la religión mayoritaria en Colombia. De todas maneras, en pleno siglo XXI hay verdades que son muy difíciles de tapar y al defender algunos procederes se pasa del fanatismo a la complicidad.
La plataforma de streaming Netflix tiene entre sus muchas miniseries una que vale la pena ver: «La niña del Vaticano». En ella se documenta la desaparición el miércoles 22 de junio de 1983 de la adolescente Emanuela Orlandi quien vivía junto a su familia dentro del Estado Vaticano en Roma. Cabe aclarar que aunque este pequeño Estado se encuentra dentro de la capital italiana, es totalmente independiente; tiene su propia normatividad y maneja con libertad sus finanzas.
El padre de Emanuela (Ercole Orlandi) trabajaba para la prefectura de la casa pontificia desde hacía muchos años, por lo que su convicción católica era total. Cuando la niña fue secuestrada se tejieron varias teorías frente a su desaparición. Un día salió de su casa rumbo a su escuela de música para sus clases de flauta y jamás regresó.
La primera teoría llevó a poner lo ojos en los soviéticos. El 13 de mayo de 1981 fue el atentado contra el Papa polaco Juan Pablo II y en la cárcel se encontraba el responsable del intento de homicidio. Se especulaba que el secuestro era para presionar por la liberación del turco Mehmet Ali Ağca (autor material). Presuntamente lo querían silenciar.
Luego los investigadores apuntaron sobre las mafias italianas y el famoso Banco Ambrosiano cuyo presidente Roberto Calvi había aparecido muerto un año antes supuestamente ahorcado en el puente de Blackfriars, Londres. Es un secreto a gritos que dicha entidad financiera lavaba dinero de los mafiosos y tuvo un estrecho vínculo con el banco del Vaticano. Hasta en la película El Padrino III se tocan estos aspectos y la extraña muerte del Papa Juan Pablo I, el famoso «Papa bueno».
Gangsters, apoyo al grupo sindical Solidaridad de Polonia por parte del Vaticano para erradicar el comunismo y hasta un presunto acoso sexual a Emanuela por parte de un cardenal muy cercano a Karol Wojtyła, hacen parte de las posibles teorías sobre el secuestro. Lo cierto del caso es que en el famoso escándalo de los Vatileaks en el 2016 aparecen documentos que evidencian que la jovencita estuvo con vida por más de una década y que el Vaticano lo tuvo claro.
Será por ello que el padre de Emanuela no dudó en decir en su lecho de muerte (2004), que trabajó para el enemigo durante casi toda su vida. El actual Papa Francisco le dijo al hermano de Emanuela (Pietro) que la niña se encontraba en el cielo. Ante la insistencia del hermano de que no había cadáver, le volvió a repetir lo mismo. Jamás fue dubitativa su respuesta.
Emanuela cumpliría 55 años el pasado 14 de enero. Este es uno de los muchos episodios oscuros de la Iglesia Católica desde su fundación. Esto no tiene nada que ver con los feligreses, ni quienes buscan a Jesucristo, sino con aquellos que ante la fe ciega pasan por alto casos de: corrupción, pederastia y algunos dogmas antíbíblicos.
La famosa infalibilidad del Papa por ejemplo, instaurada en 1870 en el Concilio Vaticano I no tiene mucho soporte en las escrituras. De hecho, Pedro (apóstol) considerado el primero de los pontífices negó a Jesucristo tres veces y no porque fuera malo, era simplemente humano. Ojalá en un gesto de humanidad Francisco de una vez por todas le diga al mundo qué pasó con Emanuela Orlandi. Al parecer se reabrió la investigación y ojalá esta vez dé frutos.
Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy.