Así pasó los días grises de la pandemia una dama de la noche.
Y lo cuenta en primera persona Tania*, quien ejerce el oficio en una zona rural de la geografía colombiana. Quisimos presentar su relato sincero, sin matices, con cierta crudeza y sin filtros.
“Me metí en esto por necesidad, por la economía, no por despecho ni nada. Y no es que no tenga más en qué trabajar, unas cosas con las otras, si me entiende. Hace tres años, la edad que tiene mi segundo hijo. También me ayudo con la venta de dulces. Ahí fue donde empezó mi putería. Alguien me dijo que yo vendo dulces y también la ‘miel’.
Yo viví dieciocho años casada con un muchacho, el papá de mi primer hijo. Ahorita dicta clases, creo. No me responde y llevo año y medio con el proceso. Vino la pandemia y me tocó quedarme acá. Había tenido a mi hijo, menos mal lo mandé para donde mi mamá antes que nos encerraran. Él ya tenía ocho meses cuando mi hermano vino y se lo llevó. Yo tenía que trabajar y la señora que me lo cuidaba tampoco podía hacerse cargo. Me tocaba sacarme la leche y dejársela en la nevera pero con esa comedera, pida y pida, no daba abasto. A los quince días de haberlo parido empecé a trabajar otra vez con los dulces.
Una muchacha venezolana me enseñó. No tenía para el pote de leche y me valía ochenta mil pesos. Ya un señor me había mirado y yo llegué acá porque yo me rebuscaba con mi palo de los dulces. Ella me dijo ‘mire la hora que es y usted no ha almorzado’. Yo estaba preocupada por la leche, la comida. Y el señor se sirvió de ella para decirle que quería estar conmigo. A mí me dio pena porque yo estaba toda sudada y peluda allá abajo, para serle sincera, y pensé ¿cómo me voy a meter con un man así? Ella me dijo ‘no le pare bolas a eso, usted lo que necesita es plata, vaya y se juaga un momentico allá y yo voy arreglando el polvo’. Yo le dije ‘bueno y ahí qué’.
Ella dijo ‘normal, usted le pone el condón, se lo chupa y se mete ese huevo. ¿O es que me va tocar enseñarle?’ Fue un rato normal, el señor me dio ciento cincuenta mil pesos, mi primer cliente. Yo no putiaba ni nada, él le había dado a ella treinta mil pesos por si me enamoraba para la vuelta. Pero yo toda asustada, hice lo mejor que pude. De una vez me fui a comprar el pote de leche. Yo iba orando ‘Dios mío, señor bendito’ y acá sola. Ahí empecé, iba y venía, luego me llamaban.
Mi hijo cayó enfermo, le dio una bronconeumonía. Menos mal el papá de mi hijo mayor no me ha sacado del seguro. Le dieron de alta al niño, yo le dije a mi hermano porque ya me tocaba trabajar en las noches. Yo soy trilliza, tengo dos hermanos más. En la pandemia salía y vendía los dulces, y me rebuscaba con lo otro, eso me entraban, hacía domicilios. Pese a los confinamientos, salía, me pegaba unas borracheras, qué no hacía yo acá en el pueblo. Era donde más se hacía la vuelta, sí, créamelas. No a todos les fue mal en la pandemia. Dios es bueno, él sabe cómo hace sus cosas.
A mi primer esposo me le volé, porque yo salí embarazada, me vine para acá con el papá del niño menor, a ver si él me ayudaba con el parto. Viví en un hotel, trabajaba en una peluquería pero cuando la señora se dio cuenta, me echó. Resulta que él me había cogido borracha, y me embarazó, no supe ni cómo resulté en ese estado. Mire, eso es un trauma que no he podido superar, de saber que ese hombre se aprovechó, qué asco. ¿Qué tal donde yo hubiera tenido un sida? Donde yo hubiera sido la mala, hubiera tenido algo o le hiciera daño a esa persona. ¿Usted se imagina? Usted salirme a deber a mí.
Y fuera de eso el man me niega al niño, un cerdo. Cuando yo llegué acá él me decía: ‘vaya perra, prostituta, usted le tiene envidia a las putas’. Yo le decía: ‘pero ¿quiénes son las putas, no son las trabajadoras sexuales?’ O uno con rabia dice ‘usted es un puto’, como si fuera promiscuo, si me entiende. Yo decía ‘pero ¿por qué le voy a tener envidia a alguien que no conozco?’ Yo no sabía nada de la putería. Yo pensaba que la putería era ser promiscuo, este me gustó, se lo doy, pero no hay plata, ya es por gusto. El tipo me hizo mala fama y que yo tenía sida, y otras enfermedades, que lo daba por cinco mil pesos. Ahí el dueño de acá me prestó para los exámenes y salí bien. Cada tres meses me toca estar en controles. Para mí es difícil tener novio o una relación normal. Se lo quieren comer a uno gratis o sin condón y así no aguanta.
Incluso, mi primer esposo después de que nació el niño dijo ‘tráigame el niño y yo lo registro, es mi hijo’, pero el miedo me detuvo. El otro lo llamó y le dijo ‘perro, ya nació el bastardo’. Mi marido le contestó ‘bastardo no, tráigamelo y yo le doy el apellido’. El otro le respondió ‘cabrón, hp’. Yo creo que mi marido sí me amaba, eso me han dicho, que es un gran hombre.
Cuando yo tuve a mis hijos, no sentí mucha felicidad. Lo único que tenía por dentro eran la fe y la esperanza. Sentí tranquilidad por mi cuerpo pero a la vez sufrí porque dije ‘otro ser que viene a este mundo a sufrir, una persona inocente que viene acá’. Yo quería algo mejor para ellos. Son los regalos más hermosos que me ha dado mi Dios. Mucha gente no tiene esa capacidad para salir adelante pero yo logro identificarme, sentir empatía con las personas que tienen problemas y se encierran en su mente y no ven una salida, como el caso de la señora que se tiró del puente con su hijo en Ibagué. Yo creo que llegué a ser una parte de ella, en identificarme con ella, que a veces uno se encierra tanto, que se bloquea, piensa que las esperanzas no van a venir. No todos tienen esas capacidades mentales para sobreponerse ante los problemas.
Nada es fácil, ni siquiera tener un trabajo honrado. Acomodamos nuestras cosas como para matizarlas, dirigirlas bien, tratamos de masticar cada día un poquito y entender por qué suceden las cosas. Eso hacemos con la vida, no tragar entero ¿Por qué tenemos que ser siempre las mamás? Si la ley estipula que se castiga al hombre cuando no responde por los hijos, pero usted y yo sabemos que eso queda impune. Miles de niños sin sus papás, porque fueron los dos los que los crearon. Como mamá o como persona si no me supero, nunca voy a poder sacar esos niños adelante. Pienso que tampoco podría superarme como persona, como mujer. Uno quisiera tener lo mejor para dárselo a ellos pero es un imposible.
Yo le pido tanto a Dios. No sé qué hice de malo. Usted sabe que el mal lo hace el hombre y no se le ve feo, pero lo hace la mujer y sí se ve malo. Yo siento que he cometido un error, de huir de mi marido, de robarle cinco millones de pesos y empezar a vivir en hoteles y él buscándome. Mi marido me engañó, la venganza mía fue haberme revolcado, yo era una señora de casa. Vine a coger lo vagabunda ahora después de vieja. Me echaron de mi propia casa. Con mi mamá ya hablamos del tema, ella sabe y me está ayudando a cuidar a los niños. Pero el resto de la gente siempre anda es con la doble moral”.
*El nombre fue cambiado para proteger la identidad.