Hoy, nueve de abril de 2025 se cumplen 77 años del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán en pleno centro de Bogotá. El magnicidio, sepultó las esperanzas del pueblo que anhelaba un gobierno con mayor sensibilidad social y además produjo una ola de violencia inimaginable, la aparición de grupos guerrilleros y una situación de desazón para los más vulnerables que aún perdura.
Apenas contaba con 45 años cuando dejó el mundo este político, abogado, escritor, docente, activista, orador y también revolucionario (no armado). Tenía en mente (de llegar al poder) una serie de reformas que incomodaban a la oligarquía de la época, a los grandes empresarios y a las multinacionales, que lo veían como una gran amenaza para sus intereses.
A pesar de su corta edad cuando La hoz tocó su hombro, su hoja de vida era bastante nutrida: rector de la Universidad Libre (1936-1939), ministro de Educación (1940), ministro de Trabajo (1944), alcalde de su ciudad natal Bogotá y congresista en varios periodos entre 1929 y 1948. Sin lugar a dudas, sería el candidato único del liberalismo para las elecciones de 1950 (se adelantaron por el magnicidio a 1949), y seguramente el presidente de la República que sucedería en el cargo al conservador Mariano Ospina Pérez.
Fue un excelente orador, lo que le permitió calar con su discurso en los menos favorecidos y ser reconocido como el Tribuno del Pueblo. Será siempre recordado por darle a conocer al país de su época desde el Congreso la Masacre de las Bananeras (1.928) en donde fueron asesinados un número indeterminado ( por lo menos mil , para Gabo muchas más) de trabajadores de la empresa estadounidense United Fruit Company a manos del Ejército de Colombia. Fue la forma “pragmática” como el presidente Miguel Abadía Méndez acabó con una huelga de un mes.
Por supuesto, sus luchas le costaron ganar enemigos de bastantes quilates, que buscaron exterminar su movimiento con éxito. De hecho, dos meses antes de su asesinato (7 de febrero de 1948) el líder liberal, convocó una apoteósica movilización bautizada “La marcha del silencio” con la que se le exigía al gobierno que cesara el exterminio del Gaitanismo. Un aparte de su discurso aún retumba: “Señor presidente, no somos cobardes, somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este piso sagrado, somos capaces de sacrificar nuestras vidas, para salvar la tranquilidad y la paz y la libertad de Colombia”.
Apenas pasaron unos días, y se presentó la masacre de unos campesinos gaitanistas en Manizales. Ahí pronunciaría su último discurso público (15 de febrero de 1948) del mismo, me llama la atención su ímpetu y valentía con esta frase: “El dolor no nos detiene, sino que nos empuja”. Esa osadía le costaría la vida menos de dos meses después.
El 9 de abril de 2018 (70 años después del asesinato) la Comisión de la Verdad de Colombia (creada en el marco de los acuerdos de paz con las FARC) solicitó declarar el crimen de Jorge Eliecer Gaitán de lesa humanidad y así reabrir la investigación. De sus determinadores se ha dicho muchas cosas en decenas de publicaciones a través de los años, hasta en un libro denominado “El gobierno invisible” dos exagentes de la CIA reconocen la participación de la agencia gringa en el magnicidio. No cabe duda, que al Statuto quo (estado de las cosas en un determinado momento) no le convenía en absoluto que el caudillo legara a la presidencia y eso involucraba: grandes empresarios, banqueros, clase política tradicional y multinacionales.
El pecado de Jorge Eliecer fue dimensionar un país con igualdad de oportunidades y derechos económicos para todos. Creía en el principio fundamental del que “no trabaja no come” que era lo antagónico que veía en los políticos corruptos de su época que se llenaban los bolsillos sin mover un dedo y a despensas del abuso con el pueblo. Simplemente, lo que hoy conocemos como corrupción que le cuesta billones de pesos a la nación y que beneficia a unos pocos holgazanes y hampones de cuello blanco.
También planteaba, la necesidad de solucionar el problema agrario, mediante reformas que limitaran la propiedad de la tierra. En términos simples, el latifundista que no la cultivara o la usufructuara, debía pagar más impuestos o devolverla a Estado, para que éste se la diera a los campesinos que si la trabajaban. Estos últimos, serían apoyados con créditos y tecnificación agrícola.
Dejó claro que no era comunista, de esto expresó lo siguiente: “para el comunismo el Estado debe ser la dictadura del proletariado contra la minoría poseedora. Para nosotros no. El Estado debe ser síntesis de democracia; es decir, de igualdad. Pero, repito, esta democracia no existe cuando se olvida el factor económico. El Estado no puede ser expresión de la minoría privilegiada que regula en alternación a sus solos intereses la vida de los intereses de la gran mayoría”. No obstante, también en su época lo catalogaron de querer llevar el país al socialismo. Lo bueno es que el pueblo no cayó en el embuste; lo malo es que por eso lo mataron.
A Gaitán no lo mató Juan Roa Sierra, al líder liberal lo asesinó el Fascismo que rige al mundo. Ese que sigue controlando varios sectores del país y que pretende volver a tener el control del ejecutivo en 2026 aprovechando los desaciertos del actual gobierno.
Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy
Editor General