Eduardo Restrepo regresó a la cárcel tras estar más de dos años en las calles.
Esta semana el confeso narcotraficante huilense que sedujo a Ibagué, sus políticos y empresarios hace una década, volvió a ocupar los titulares de prensa por cuenta, no de haber recaído en el delito, sino porque los jueces se ‘equivocaron’ en darle la libertad hace dos años: le faltan 110 días para cumplir las dos sentencias que se le impusieron por narcotráfico y por la creación y auspicio del Bloque Tolima de las Auc.
En efecto, un juez de penas y medidas de Ibagué ordenó su recaptura porque al realizar los cómputos arrojó que a Restrepo todavía le faltaban por cumplir más de tres meses de reclusión.
El Socio, se presentó en las instalaciones de la Policía Metropolitana de Ibagué, acompañado en todo momento por su abogado, el penalista Humberto Escobar, quien ha llevado sus asuntos penales, los de las escoltas, mujeres y testaferros del capo, desde hace varios años.
“Porque yo creo que tengo los tiempos completos que hice y estoy aquí para aclarar las cosas con el señor Juez que me citó. No sé todavía porque tengo que hacer los cómputos míos porque creo que los tengo completos”, dijo un sorprendido Restrepo a medios de comunicación en el Palacio de la Justicia de la capital tolimense.
La pregunta que asalta a cualquier neófito judicial, es si el juez de Guaduas que le otorgó la libertad a Restrepo Victoria, en julio de 2015, se equivocó de mala o buena fe, incurriendo quizá en un prevaricato, extralimitación de funciones, o en actividades que quizá rayen con el Código Penal.
No hay que olvidar que despachos judiciales de Guaduas, Cundinamarca, están con la lupa puesta por el otorgamiento de libertades y detenciones domiciliarias a reconocidos delincuentes del país, caso que salpicó y tiene ad portas de ir a la cárcel a tres magistrados del Tribunal de Villavicencio, acusados de recibir fuertes sumas de dinero, e incluso favores sexuales de chicas prepago, para inclinar con sordidez la balanza judicial.
El Socio había retomado su vida social en Ibagué, en bares, discotecas de moda, o incluso en la Feria Agropecuaria, se le veía por estos días, llevando una vida cómoda, ya que aunque aceptó ser un narcotraficante en Colombia y en Estados Unidos, retuvo toda su fortuna y más de 900 bienes inmuebles en un fallo que lo absolvió, vaya ironía, por el delito de enriquecimiento ilícito. Parece que su saga delincuencial y judicial está lejos de escribir la última palabra.