La lucha de un abogado y juez tolimense por ser reconocido en el mundo entero como una autoridad en temas informáticos.
Por muchos días busqué una imagen que se equiparara con Alexander Díaz. Hasta que vi por enésima vez Up in the air, la extraordinaria cinta de 2009, donde George Clooney encarna a un ejecutivo que viaja por todo Estados Unidos, despidiendo personas en plena recesión económica. El guionista, le hace decir a Clooney sobre lo cómodo que se siente con “la hospitalidad simulada”, “la luz artificial”, “el sushi barato”, o “la mezcla entre falso e íntimo, fál-simo”, de los hoteles y aerolíneas. Me imagino a Díaz García, al igual que a Clooney, gozando con la acumulación de millas de viajero frecuente, resignado a las demoras por clima o tráfico aéreo, viajando por el mundo, dejando a su familia, llevando su noble saber a otros que quieren aprenderlo y socializarlo.
El último periplo del Juez Segundo Promiscuo Municipal de Rovira, fue a un congreso que tuvo lugar en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, para expertos en asuntos informáticos. Allí disertó sobre el caso de la evidencia extraída de los computadores de alias ‘Raúl Reyes’, misma que fue declarada como ilegal por parte de la Corte Suprema de Justicia de Colombia.
Pero el camino de Alexander Díaz en la rama judicial, y en el complicado mundo de la informática, comenzó treinta y ocho años atrás, cuando siendo escribiente del Tribunal de Bogotá, empezó a estudiar Derecho en la Universidad Autónoma: “de allí me retiré al año, menos de un año, porque la tendencia política, de izquierda no me gustó, era muy fuerte. Me ayudó a entrar el doctor Ricardo Medina Moyano, quien me dijo ‘allá está mi ahijado Ricardo Gutiérrez Puentes, deja yo lo llamo’, y en efecto me ayudó a entrar”.
Alexander Díaz, continuó sus estudios en la Universidad Católica, y luego se especializaría en derecho penal, en ciencias constitucionales, y en nuevas tecnologías del Derecho y protección de datos; está ultima, cursada en la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de Madrid, España. Una vez nombrado juez, fue el primer letrado en Colombia y del mundo, en fallar una acción de tutela contra un ciudadano que se quejaba en Bogotá, por la masiva llegada a su correo de mensajes tipo spam. Esa acción, fallada de manera electrónica, y sin ningún tipo de «soporte papel«, le valió a Díaz García, para ser admitido en la especialización que realizó en la madre patria. Pero la decisión, que condenó al remitente del correo basura, se embolató en la segunda instancia, los impedimentos e incapacidades de otros jueces, pero permitió que Díaz fuera conocido allende de nuestras fronteras.
Pasaron pocos años, y ante el incontenible avance de la informática, las redes sociales, y el pillaje electrónico, el juez decidió elaborar y redactar una ley que por primera vez en Colombia, elevara a delito las infracciones al uso indebido de la información. Pero como debía hacerse cabildeo y lobby, ante senadores y representantes, la ley se demoró en ver la luz del día. El exsenador Luis Humberto Gómez Gallo, se interesó de momento, pero no resultó efectivo, como muchas de sus promesas incumplidas y sueños frustrados. Fue un desconocido representante de Antioquia, Carlos Arturo Piedrahíta, quien la ‘apadrinó’ y se puso al frente de su trámite. Una vez en el Congreso, la ley tuvo una incomprensible oposición de dirigentes del Polo Democrático Alternativo: el senador Parmenio Cuéllar tronó contra ella; y lo propio hizo el representante por Bogotá Germán Navas Talero. Pero luego de dimes y diretes, la Ley 1273 de 2009, fue aprobada y rige desde entonces: “Colombia fue el primer país del mundo, en elevar la información a bien jurídico tutelado”, señala satisfecho el juez Díaz García.
Ese lugar común o adagio popular de “que nadie es profeta en su propia tierra”, se patentiza en la carrera del juez, pues nadie lo apoyó, y como se vio, ni siguiera un senador que era su paisano, aceptó ayudarlo en el trámite de la ley. Recientemente, y con el renombre que ha alcanzado, una universidad de Ibagué invitó a Díaz García a dar una conferencia. El juez dijo “claro, pero mi tarifa son doscientos dólares por hora”. En la institución le contestaron que colaborara, que diera la charla gratis. Mejor dicho, le estaban pidiendo que se trasladara a vivir a Cuba o a Corea del Norte, donde el trabajo es mal pago o ni siquiera remunerado. Es por ello que Alexander Díaz, es conocido en muchos países, pero pocos han tenido el privilegio de escucharlo en claustros y entidades locales, que son todo, menos empresas sin ánimo de lucro.
Ahora, es invitado frecuente de seminarios y simposios, en toda Latinoamérica, sobre los temas digitales e informáticos. Pese a que tiene fama mundial, sigue despachando en su humilde estrado de Rovira, un pequeño municipio del sur del Tolima. Cada cuarenta y cinco días, debe viajar a Ibagué, para hacer turno en los juzgados de garantías de la ciudad. Allí, abogados, periodistas, y escasos neófitos, se deleitan con sus disertaciones, que acompaña con un contundente golpe de la mayesta, o el martillo judicial, que vemos por lo general en las cortes y audiencias de Estados Unidos. No lo han nombrado magistrado, aunque tenga edad y experiencia suficiente, porque le harían un enorme perjuicio: no podría dedicarse de tiempo completo a sus temas informáticos, ni ocuparse de los asuntos académicos a los que se le convoca con frecuencia.
Alexander Díaz García no para. Editó a bolsillo propio, un libro de más de quinientas páginas, que lleva por título Apuntes de derecho informático, y resalta sobre la obra: “este no es un tratado, es una antología, recopilando algunas publicaciones y actualizando otras. Se refiere al viaje que he recorrido desde hace siete años hasta acá. Espero que sea una herramienta de estudio para las personas que lleguen a adquirirlo”. También viajará a Panamá para capacitar a la Policía Judicial de ese país, en extracción y fijación de la evidencia digital, con estricto apego a la legalidad y constitucionalidad de la normatividad panameña. En una de sus frecuentes capacitaciones, Alexander Díaz, instruyó a jueces y fiscales norteamericanos, trabajando con el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, a través del programa Icitap.
Así que ya sabe, usted que viaja por el mundo. Si coincide con el juez, en aeropuertos u hoteles, no lo confunda con un despistado turista. El letrado, va en camino a compartir su experiencia donde los delitos y felonías digitales, crecen a pasos agigantados; pero al reverso de la moneda, también cuenta la sociedad con autoridades e investigadores comprometidos que harán todo dentro del marco legal, para tratar de contrarrestarlos.
Por: Alexander Correa C., contador público, periodista, autor.