La mutación de un oportunista ‘líder social’ y comunitario en avezado politiquero.
Lo conocieron como el administrador de Drogas Copifam en Ibagué. Era la persona a la que había que llevarle la hoja de vida para un recomendado, o el que decidía la pauta en emisoras y medios de la ciudad. Sin mayores pergaminos o títulos, fue erigiéndose como el poder en la sombra de la cadena farmacéutica que forjó el empresario Alexander Ospina.
En 2007 los cantos de sirena de la política lo hicieron acercarse a la manzanilla y los caciques locales, y Óscar Berbeo, que dejaba el Concejo, lo convenció de lanzarse y que de seguro salía. Emiro comenzó a sonar y a sobar en las emisoras, repartiendo pañales, mercados, medicamentos, tomándose la foto con abuelitos abandonados, o viudas desesperadas.
En las radiodifusoras, le pusieron el mote de ‘El Hombre Copifam’, o el ‘Concejal Humanitario’, por sus obras sociales dizque desinteresadas.
Muchos lo daban como fijo en el Concejo en 2008, pero Berbeo, le puso conejo al confiado Emiro y este terminó apoyando a Ernesto Ortiz. Emiro resignó su aspiración con 1.372 votos.
Para 2011 y viendo que la gente en Ibagué es fácil de hipnotizar y engatusar, cañando con la bandera humanitaria, Emiro repitió la fórmula de emisoras, repartija de paquetes, y sonrisas hipócritas. Salió electo con 2.287 sufragios.
Pero una vez posesionado, Murillo mutó y se transformó como muchos políticos y politiqueros de la comarca. Dejó a un lado la labor humanitaria (¿para qué gastar plata en eso?). Puso distancia entre él y los humildes a los que antes abrazaba. Ya ni los saluda o convoca.
Hoy, podrán decir que tienen más trabajo social los concejales Camilo Delgado o Jorge Bolívar, quienes hacen cuentas esperando que les alcance para llegar a la Alcaldía de Ibagué.
La voz de Murillo, si algún día la tuvo, se silenció en el Cabildo, no solo al estar en el liberalismo, el mismo partido del alcalde Luis H. Rodríguez, sino al hacer nulo control político. Según registros de la secretaría del Concejo Emiro Murillo Ospina, no ha presentado ni un solo proyecto de acuerdo de importancia en dos años y nueve meses que lleva calentando silla en el Concejo.
Muy seguramente por su camaradería con la administración Emiro Murillo debe de haber sido recompensado con puestos, contratos, recomendados, corbatas, y otras ‘colombinas’, como se estila en el sector público.
Por acuerdos políticos lo nombraron como uno de los vicepresidentes de la Corporación pero allí su voz no se escucha sino para aprobar todo lo que proponga la Administración, o para contestar cuando llaman a lista. Hasta votó positivo el polémico acuerdo que autorizó las fotomultas en Ibagué.
Las noticias que ahora salen de Emiro Murillo en los medios, son en cierto modo inquietantes: informaron en las emisoras que andaba equipado con armas amparadas por salvoconducto, algo que no es ilegal, ni reprochable. ¿Para qué las necesita? ¿Para proteger su vida, negocios, patrimonio o disuadir a enemigos o adversarios políticos? No lo sabemos.
Seguramente el próximo año Emiro Murillo volverá a la carga con la bandera social y humanitaria, y lo veremos en sectores deprimidos llevando alivios de momento a los humildes, o pagando dinero a raudales en las emisoras (por encima y por debajo de la mesa), para vender el bombo que él sí está con los más necesitados.
La gente que le dará el voto, que lo llevó a disfrutar de las mieles del poder, no piensa que quizá el concejal pudo haber hecho más, controlando o legislando por las verdaderas trasformaciones que necesita la ciudad, que no sale del atraso por personajes como estos a los que seguiremos viendo y padeciendo en todas las corporaciones públicas, porque los electores no reaccionan ni se despabilan engatusados por los globos de colores que bien les saben regalar los politiqueros sin corazón que abundan por montón en la otrora villa ilustre que fue la capital del Tolima.