Estoy seguro, que si Luis Carlos Galán no hubiera sido asesinado, el expresidente César Gaviria, jamás hubiera pernoctado en el Palacio de Nariño. También, no me cabe duda que si pudiera ver desde el más allá lo que hizo con su legado el actual jefe del Partido Liberal, su tristeza, desilusión e irritabilidad, sería descomunal y desaprobaría sus procederes desde todo punto de vista.
De hecho no sólo Galán quedaría perplejo. Me imagino qué pensaría José Hilario López, Manuel Murillo Toro, Alfonso López Pumarejo, Darío Echandía o el mismo Jorge Eliécer Gaitán, al ver a un hombre que prostituyó los principios de una ideología que ellos construyeron con tanto esfuerzo y que significó muchas luchas, dolores y sangre. No alcanzo a imaginarme a aquellos hombres de la Escuela Republicana y más adelante los de la Escuela del Tolima, viendo en manos de quién quedó su colectividad.
Es que ser liberal no es vestirse de rojo y militar en un partido que hace rato dejó de ser lo que representaba. En medio de la proliferación de las sociedades democráticas y del liderazgo de artesanos (mediados del siglo XIX) entraron al escenario político varios hombres con ideas innovadoras, de libertad, de justicia social, que fueron consolidando pensamientos buscando dejar atrás la herencia colonial que aún se mantenía a pesar que habían pasado 30 años de la emancipación.
Los liberales que fueron bautizados como Gólgotas (en honor a Jesucristo) o Radicales, fueron los que permitieron la abolición de la esclavitud (1851), el sufragio para hombres sin títulos inmobiliarios, la descentralización del poder, la tolerancia religiosa, la inviolabilidad de la propiedad, la libertad de expresión, la libertad de comercio(Constitución de 1853). Eso sí, no faltaron en ese tiempo los “liberales” conocidos como draconianos o moderados, que no fueron más que “tibios” individualistas. En cada partido (Liberal y Conservador) hay militantes que defienden el legado español porque con él cuidan sus propios intereses.
Hubo dos repúblicas liberales en las cuales se le apostaron a los grandes cambios que tenemos hasta hoy en Colombia. Avances en tecnología, en libertades económicas, jurisprudencia, en derechos y en educación para todos. Ambas por si no lo sabían lideradas por tolimenses. La primera conocida como: Olímpo Radical (1863 – 1886) en la que fue cabeza visible el periodista, estadista y defensor socialdemócrata, Manuel Murillo Toro (Chaparral). La otra etapa dorada fue conducida por Alfonso López Pumarejo (Honda) y el maestro Darío Echandía (Chaparral) entre 1934 y 1946.
En el primer periodo se fundó la Universidad Nacional, se crearon las Escuelas Normales, se extendió la educación por todo el territorio nacional, se adoptó una formación laica y se permitió la libertad de prensa y de asociación. La inestabilidad del sistema federal y la oposición de los terratenientes, del clero y el liderazgo de “liberales” moderados como Rafael Núñez, permitieron la llegada de varias guerras civiles (1876, 1895 y la Guerra de los mil Días) que dejaron a un país en el colapso económico, en un baño de sangre por todo el territorio y el retorno del oscurantismo (Regeneración). Podrán ver que los rebeldes (guerrilleros) han sido de todas las vertientes.
En el segundo periodo citado (1934 -1946) aparece bajo el liderazgo de López Pumarejo y Echandía, la Revolución en Marcha, quienes fueron los precursores del Estado Social de Derecho que décadas más tarde se convertiría en la Carta Magna de 1991. Durante este periodo se habló de la necesidad de la reforma agraria y de la redistribución de la tierra, el trabajo como obligación social, el derecho a la huelga, se restableció el sufragio universal masculino. El país dio un vuelco a la modernidad inspirado en modelos internacionales europeos. El mismo Echandía, el de “país de cafres” fue quien propondría más adelante (1975) la creación de la Corte Constitucional.
El pecado de estos liberales, fue decretar las libertades individuales en un ambiente signado por formas heredadas de la Colonia y que aún persisten muchos en sostener en pleno siglo XXI. Lo llaman “buenas costumbres” se autodenominan “gente de bien” o lo califican de “institucionalidad” y con esos embelecos vienen engañando al pueblo por décadas. No entraré a llenar de improperios al jefe del partido “liberal” César Gaviria Trujillo, simplemente me limito a mostrar los argumentos que develan qué es lo que defiende y a quiénes representa.
El problema que se le sumó a estos “moderados” es que la gente escapó de su aletargamiento gracias en gran parte a la llegada de las redes sociales y a la democratización de los medios. De a poco han entendido que hay una cúpula política, militar, religiosa y económica que habla de buenas costumbres mientras: roba, asesina, viola y ultraja. Por supuesto, que sabemos que no es la mayoría pero sí un alto porcentaje.
Despertaron los que saben que el honor no se gana con portar una sotana, un uniforme o una corbata; el respeto y la admiración, se construye cuando mis palabras son consecuentes con mis acciones. En ese orden de ideas entiendo y aplico la frase de nuestro señor Jesucristo que expone: “por sus frutos los conoceréis”.
Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy
Editor General.