Todos tienen una excusa, pagar la renta, comprar un carro, ganar unos dólares extras, pagar alguna deuda del banco, un viaje, un estudio, un abogado o sencillamente, no tener que matarse cuarenta horas a la semana en un trabajo de mierda en donde solo se gana el mínimo.
Ahora bien, a diferencia de lo que muchos creer, aquí las cosas son a otro precio. Afuera más de uno piensa que cagamos dólares, pero, la verdad es que para conseguirlos nos toca sudar. La gran mayoría tienen dos o tres trabajos o tienen los trabajos que el cuerpo les permite.
Las horas de sueño se reducen y la compra de energizantes aumenta. Pero, otros, como yo, no somos tan estúpidos, la tenemos más que clara porque no vinimos aquí a matarnos, que se maten otros, nosotros no. Aunque debo reconocer que pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta del gran potencial que tengo.
¡Como sea! Todos tienen una excusa y, sobre todo, tienen un precio. Al principio, yo me negaba a hacer algo así. Llegué como llegan casi todos, seguro de que mi vida y la de mi familia mejoraría, que todo sería como en un cuento de hadas, viendo el cambio de las estaciones, la llegada de la navidad con el invierno y los regalos y todos esos imaginarios que nos hacemos estando en nuestro país de origen, al cual, despreciamos y hasta odiamos porque creemos que todo se trata de dinero, y aquí ¡Vaya! Aquí paradójicamente nos damos cuenta que no es así, pero, el sistema nos invita a tener más y más.
Como para no hacer tan larga mi historia, les diré que las cosas no salieron como esperaba y que mi divorcio costó más de que ustedes pueden llegar a imaginar; entonces, y como ya lo he dicho, todos tenemos una excusa y la mía, la mía es muy justificable.
Literalmente, mi exmujer me dejó en la cochina calle y después de perderlo todo, me di cuenta, valga la redundancia, que no tenía nada qué perder.
La primera vez que escuché sobre este trabajo me pareció descabellado, una verdadera deshonra, sentí nauseas porque no podía creer que utilizaran a las personas para semejante fin; sobre todo, no podía creer que los gobiernos autorizaran algo así. Claro, jugaron y juzgan mucho a los Nazis por sus experimentos, pero, luego de robarse los derechos de autor de estos personajes, decidieron hacerlo legal y ahora no hay quién los detenga. Nadie puede detener a la industria.
Sobre todo, porque dentro de la legalidad está el factor dinero, están los dólares. Me explico, mientras los Nazis experimentaban con los judíos, sin su consentimiento y sin pagarles un solo Reichsmark por probar de todo en sus cuerpos, ahora, el negocio de la experimentación, que es legal, cuenta con la facultad de dar grandes sumas de dinero, aparentemente, a los que se someten a la misma. Bueno, ganar seis mil o siete mil en quince o veinte días no está mal ¿No creen? Además, para personas como yo que no tenemos nada, pues qué más da hacer un trueque de este estilo.
Si te interesa, te diré que lo único que tienes que hacer es inscribirte y esperar a que te llamen; una vez con ellos, firmas unos documentos, te internas por los días que sean necesarios, comes, duermes y esperas sin hacer preguntas; esperas a que te saquen sangre y a que te den las dosis adecuadas. Una vez que todo acaba recibes tu cheque y listo.
Sin embargo, hay que tener cuidado, para poderte ganar veinte o treinta mil al año, debes ser precavido. Muchos de los conejillos profesionales se someten a dos y hasta tres ensayos clínicos en un solo viaje. La mayoría, por no decir todos, son inmigrantes como yo. De hecho, no conozco y no se conoce de nacionales metidos en este cuento.
Por esta razón, siempre lo he dicho, la inmigración es un maravilloso negocio y da para todo, hasta para tener una colección propia de conejos dispuesto a probar lo que sea con tal de obtener una esos papelitos adorables que sirven para comprar felicidad; no importan los efectos secundarios, no importa que algo salga mal y, si sale mal, qué más da, la industria está más que respaldada.
En fin, vender nuestro cuerpo al servicio de la ciencia es una labor noble y hacerlo no está mal, al fin y al cabo, todo el tiempo experimentan con nosotros. Y no es precisamente una teoría de conspiración, es simplemente la manera cómo hemos forjado nuestro mundo.
Por esta razón, si necesitan probar una vacuna, reducir la población, cambiar las dinámicas del mercado, las formas de gobernar, echar al olvido alguna masacre, algún daño ambiental, quieren controlar nuestra manera de socializar, de consumir, de reproducirnos y más ¡Fácil! Se inventan un virus y de paso una vacuna y ya está, asunto arreglado.
Entonces, si lo anterior lo aceptamos de manera gratuita: ¿Por qué no podemos recibir un pago por ello? En mi caso, voy para mi tercer ensayo clínico, pero, mi meta es llegar a ser un verdadero profesional, uno de los grandes. De esos que se forran año tras año. Eso sí, tengo los días contados porque después de los cuarenta y tantos difícilmente me van a aceptar para dicha labor tan maravillosa. Por esta razón, debo someterme un poco más que los otros para lograr ahorrar unos dólares y gozar de un retiro digno.
Bueno, creo que por ahora no tengo más que contarles; solo una última cosa mis amigos: Si algún día vienen por aquí y se sienten algo apurados de dinero, no olviden que siempre habrá una clínica esperándolos con las puertas abiertas.
Por: Luis Carlos Rojas García, escritor.