La ciencia por fin ha reivindicado el buen nombre de muchos varones, unos «mantenidos» y otros ‘seductores patológicos», al descubrir que la pereza y el amor son resultado de la química cerebral y no producto de su voluntad, ni mucho menos del síndrome de don Juan.
Y aunque el descubrimiento es válido para mujeres y hombres, como todo un caballero, con ellas no me meteré, menos en estas fechas de amor y amistad, aunque no faltará el mal pensado que no es cuestión de señorío.
Sobre la pereza no voy a entrar en detalles para no buscar líos con la iglesia católica que la tiene clasificada como un pecado capital, pero sobre el amor si me referiré al descubrimiento científico, porque por fin algo tan fundamental como investigar las causas del amore llegó al escenario indicado: los biólogos, ya que hasta la fecha los tratadistas del tema han sido los poetas, los músicos, los grafiteros, los «rusos» con sus rebuscados «piropos» y las murmuraciones con sus hipótesis, conclusiones y recomendaciones o sino pregúntele a la vecina.
Los científicos han descubierto que si a usted alguien le mueve el piso o en términos más románticones «siente maripositas en el estómago» se debe a la química cerebral en la que el olfato, más que la vista, con la complicidad del medio ambiente transporta ese olor que nos atraerá, que nos cautivará, que nos enamorará, que descubrirá al ser amado.
Esta conclusión echa por tierra aquello del «amor a primera vista» para convertirse en «amor a primera olfateada», aunque una «ojeadita», el contacto físico y ciertas técnicas redondean el trabajo del sobresaliente órgano olfativo.
La explicación sintetizada nos dice que las feromonas, (hormonas relacionadas con la atracción y el placer) son detectadas fácilmente por el poderoso olfato y en la medida que el contacto entre las persona se agudiza se entra a distinguir con mayor facilidad el olor del amore.
A esta investigación se suma otra que le da un gran protagonismo al sudor del hombre donde se detectó una sustancia llamada androstadienona que eleva en sus parejas (mujeres) la hormona cortisol, relacionada con el placer y la atracción.
Igualmente neurólogos han concluido que cada nariz humana es un mundo aparte, con receptores olfativos distintos, por lo que un olor de una misma fuente puede parecerle muy diferente a distintas personas.
Con este descubrimiento ya sabemos por donde empieza todo, es más sin mayores complicaciones podemos deducir que esas protuberancias calcificadas de ciertas frentes son el resultado de la contaminación ambiental, que se genera cuando algo ya huele a mal y la nariz empieza a meterse en otras partes en busca de olores más placenteros.
Por: Miguel Salavarrieta Marín, periodista, ex Director de Cultura del Tolima.