A La Luz Pública – Noticias de Colombia La fuerza de la verdad
Entre las bendiciones que tiene una democracia (gobierno del pueblo) se encuentra el poder elegir a nuestros gobernantes. No siempre fue así. Varias guerras civiles, luchas sociales y reformas constitucionales trajeron de a poco los derechos que tenemos en la actualidad. Por ejemplo, el 21 de mayo de 1851 se abolió la esclavitud (32 años después de la Batalla de Boyacá). Hasta 1936 se instauró el sufragio universal para mayores de 21 años (era exclusivo para ciudadanos con renta y propiedad raíz) y la mujer pudo votar apenas hasta el plebiscito de 1957 (Junta Militar después de la renuncia de Rojas Pinilla).
El que lee la historia, tiene menos probabilidades de caer en falacias propias de la manipulación de los que tienen el poder y nos inoculan mentiras como si todavía viviéramos en el Medioevo. Así que en esta coyuntura, usted tiene el derecho a votar por quien quiera, pero, también una gran responsabilidad y la misma no debería estar sustentada en odios viscerales y absurdos. Eso de no votar por alguien porque fue guerrillero es un argumento insulso y poco convincente a la hora de repasar la historia de nuestra nación. Léame bien: nos han gobernado decenas de exguerrilleros y su descendencia.
La historia nos dice que gracias a unos guerrilleros que se alzaron en armas se logró a través de la emancipación de América Latina la anhelada libertad de la corona Española. Con la creación de la Gran Colombia en el Congreso de Angostura (1819) el alzado en armas y Libertador Simón Bolívar, asumió la presidencia de la gran nación y la vicepresidencia, su coequipero Francisco de Paula Santander. De no ser por ellos, estaríamos muy seguramente peor de esclavizados (revise su álbum genealógico si se cree de sangre azul).
Lo más triste es que las diferencias entre Bolívar y Santander, fueron las raíces de la creación de los partidos políticos tradicionales Liberal y Conservador. En este tire y afloje entre sus concepciones del manejo de Estado, salieron vertientes irreconciliables y radicales que han venido bañando hasta la fecha de sangre nuestro país. El poder se lo han dividido, entre las mismas familias de descendientes de estos criollos. De acuerdo a su ideología nos gobernaron con extremas restricciones o extremas libertades que de igual manera han perjudicado siempre a los más pobres. La historia nombra a estas etapas como hegemonías.
De 1839 a 1842 con la Guerra de los Supremos por ejemplo en el gobierno de José Ignacio de Márquez, llevó del bulto la Iglesia (conservadores) al aprobarse una ley que suprimió los conventos para convertirlos en escuelas públicas. Curiosamente, los alzados en armas conocidos como los Supremos, fueron liderados por religiosos y militares (Obando entre ellos) que estaban en contra del gobierno. Las consecuencias fueron más de 3 mil muertos y un odio mayor entre centralistas y federalistas.
En el famoso Olimpo Radical (1863-1886) en plena hegemonía liberal, el país se llamaba Estados Unidos de Colombia, y era de línea federalista por lo que estaba conformado por nueve estados soberanos prácticamente con su propia legislación e independientes uno del otro. En esa época también los guerrilleros que luchaban contra los radicales eran los conservadores, auspiciados por el clero y por los terratenientes que armaron a sus peones para recuperar el poder. Las consecuencias, dos guerras civiles en este periodo, la primera en 1876 y luego la de 1885 en donde el chantaje a los campesinos a través de ambos bandos fue el modus operandi. (Es prudente leer sobre la batalla de La Garrapata a finales de noviembre de 1876 por el control del Estado Soberano del Tolima).
Con la llegada de la Regeneración en cabeza de Rafael Núñez (un conservador disfrazado de liberal) se regresa al centralismo radical y aparece el periodo conocido como la Regeneración. Con la Constitución de 1886 inicia la hegemonía conservadora y le retorna todo el poder a la Iglesia. El resultado fue la conformación de decenas de guerrillas liberales, que trataron de recuperar por medio de las armas el poder bañando de sangre todo el territorio nacional. La más cruda la Guerra de los Mil días (1899-1902) que dejó un saldo aproximado de 100 mil muertos en un país que no llegaba a los cuatro millones de habitantes en esa época. Cabe anotar, que la Constitución de Núñez y Caro fue un salvoconducto para que el clero persiguiera a todos sus enemigos (los que les quitaron sus privilegios) y la pena capital, la censura a la prensa, la persecución y el destierro era el pan de cada día.
No puedo extenderme demasiado porque esta es una columna mas no un ensayo. Luego llegaría la hegemonía liberal en 1930. Tiempo después en 1946 por las divisiones entre los mismos rojos, retornaría al poder los conservadores con Mariano Ospina Pérez. El asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en 1948, acabaría con la esperanza de los menos favorecidos y sería el respiro para los liberales y conservadores oficialistas que se han venido repartiendo el botín hasta la fecha. Son ellos tanto rojos como azules (oligarcas) los que temen a los cambios e inoculan terribles miedos a la población. Han tenido el poder durante dos siglos y por nada del mundo lo quieren soltar.
Aquí no hay buenos ni malos. Tanto centralistas como federalistas se han alzado en armas defendiendo sus propios intereses en cada capítulo de la historia (cada quien con su consciencia). Lo que le debería importar al pueblo, es revisar cuáles son los intereses que defiende cada uno de sus candidatos. Si usted es un terrateniente, pertenece a una especie Opus Dei, o es masón, intuimos cuál es su tendencia. Si usted hace parte de los millones de colombianos que luchan por un espacio de equidad, en donde no quiere nada regalado, no obstante, tampoco que unos ladrones de cuello blanco desangren la riqueza de la nación, llegó la hora de despertar. ¡No más fábulas, de Pombo que no somos imbéciles!
Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy.
