El éxito es un estado al cual muchos queremos llegar sin ni siquiera comprender la complejidad de un término con características connotativas. Y es que son muchas las variables que hacen tan interesante la palabra además de subjetiva su aplicación en la sociedad.
Quizás desde el punto de vista de una comunidad capitalista, la mayoría asocia el éxito con la acumulación de fortuna. De hecho, para muchos es más importante cañar que se tiene y parecer antes de ser. Un colombiano promedio seguramente calificaría de exitoso al que conduce un auto de alta gama, viste con ropa de marca, viaja al exterior y presume una vida de costosos restaurantes y atractivos lujos.
La realidad es que con el paso de los años y con las vicisitudes que trae la existencia las perspectivas cambian. Es difícil que la vida se vea igual a los 20 que a los 40 o a los 60. Con la inflexibilidad del tiempo empezamos a darle mayor valor a las cosas legítimas que a las apariencias. Es como si empezáramos a entender que, una cosa es afanarse por mostrarnos felices y otra es realmente sentirnos así.
Avanzan los lustros y depuramos amistades, empezamos a darle mayor valor al tiempo y entendemos que se debe trabajar para vivir y no al revés. Es por esta razón que la perspectiva de «éxito» cambia. Es como si algo sobrenatural nos enseñara que el verdadero éxito reside en tener una vida genuina y en invertir nuestro finito tiempo en lo que nos apasionaba y compartirlo con quiénes nos brindan alegrías. En ese orden de ideas, empieza casi que inconscientemente a hacerse una depuración y todo lo que sea tóxico en relaciones afectivas, en turbulentas amistades y hasta en complejas relaciones familiares finiquitan. La paz mental cobra mucha importancia.
Escuchábamos a los abuelos decir: «Lo más importante es que tenemos salud» y nos reíamos por dentro con la certeza de que era un simple frase de cajón de alguien que tuvo una mediocre vida porque no llegó a ser millonario. Qué errados estamos en nuestros años mozos cuando demeritamos la sapiencia que da la longevidad. Tengo varios conocidos entre familiares y amigos con problemas serios de salud que cambiarían todo su «éxito» por volver a gozar de la plenitud de sentirse aliviados. De hecho, no solo me refiero a las dolencias del cuerpo puesto que también están las del alma las cuales dejan grandes cicatrices.
Con la experiencia se aprende que tarde o temprano las malas obras dejan huella y que las buenas son un bálsamo para el alma. De nada sirve conseguir las cosas por vías que impliquen el sufrimiento de otros. Al final la vida es como un bumerán que nos devuelve la cosecha de lo que sembramos. El inicio de una vida genuina y exitosa, sería tener los menos remordimientos posibles para lo cual es necesario perdonar a quienes nos han ofendido y ofrecer perdón a quienes hicimos sufrir.
Lo segundo, desde mi cosmovisión sería respetar las elecciones del prójimo y entender que todos no ven la vida de la misma forma. Desde la antigüedad han existido: racionalistas, idealistas, materialistas, escépticos, positivistas, estoicos y hasta nihilistas. Faltan decenas de corrientes filosóficas por enumerar. Así que encasillar el éxito en una sola corriente no solo es superfluo sino hasta atrevido. Algunos coaching, que son sofistas del siglo XXI (culebreros), nos han vendido la idea de fingir ser feliz, de poner cara de ponqué a todo momento y de decirle al mundo que todo lo puedes así por dentro estés abrumado. Una vida fabricada, impostada e irreal.
No es fácil vivir, de hecho la vida no es justa. No obstante, con propósito es llevadera y hasta puede ser plena. No con esa felicidad que genera la dopamina de lo material (extrínseco) sino la de la tranquilidad y la paz interior que va más allá de lo tangible (intrínseco). No son las alegrías hedonistas y hasta egoístas que nos vende un sistema que se lleva por delante lo que sea con tal de conseguir las famosas metas. Nadie puede ser plenamente feliz sin solidaridad, empatía y amor. Eso del fin justifica los medios al final no es tan convincente para la plenitud.
Hay personas que llegaron al mundo a extraer mucho de todos, pero no hacen ni comparten nada con nadie. La mayoría de los que conozco esconden en su narcisismo muchos vacíos. Son seres que parecen de luz pero son solo artilugios de relumbrón. Sin algo de dinero, sin poder o sin su demagogia quedan vacíos, sin casi nada. Se sienten más que los demás pero su valor lo da lo que tienen y no lo que son. Esos son más pobres que cualquiera, solo que no lo saben.
Hablo de aquellos que están anquilosados en un sistema colonial de antaño en donde utilizan a las personas para sus fines, las esclavizan, las manipulan, las engañan y las desechan. Se evidencia en algunos políticos que trabajan con perrero, en religiosos manipuladores que abusan de la fe de sus feligreses. También, en los privados que son: explotadores, agiotistas, usureros, tramposos y se disfrazan de emprendedores, etc. En la vida algunos ganan dinero y poder, pero no todos trascienden. Una cosa es producir envidia y otra diferente es ganar la admiración y el respeto de sus semejantes.
En resumen queridos lectores, es hora de convalidar la palabra éxito, y de darle un nuevo valor mucho más amplio y más genuino.
- Exitoso es al que lo aman por lo que es y no por lo que tiene.
- Exitoso es aquel que se levanta con ganas de hacer miles de cosas porque goza de buena salud así no sea consciente de ello.
- Exitoso es el que disfruta de lo que hace y lo que gana le alcanza para ser dichoso.
- Exitoso es el que cultiva sus pasiones y disfruta de ellas.
- Exitoso es el que perdonó de corazón y se atrevió a solicitar el perdón de quienes ha ofendido.
- Exitoso es la persona que si le sobra ayuda e inspira a los demás y anhela que el prójimo logre también sus metas.
- Exitoso es el que se alegra con los triunfos de los demás y no le carcome la mente el no tener lo mismo.
- Exitoso es el que aplaude los talentos ajenos en lugar de criticarlos o hacer mofa de ellos.
Quizás la más importante para quien escribe es que la persona exitosa debería anhelar que la vida de los demás sea igual de plena que la de él. Entendió que no está por encima de nadie y que todos merecemos ser felices.
¡Por más personas genuinamente exitosas!
Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy
Editor General.