El reciente fallo del Consejo de Estado donde niega la solicitud de nulidad de la elección de Adriana Magali Matiz como Gobernadora del Tolima, además de constituirse en una victoria jurídica ha servido como motivo para refrendar el inmenso cariño y la confianza de los tolimenses, basada en los hechos y que va mucho más allá de las 350 mil personas que la respaldaron inicialmente en las urnas.
Y ese apoyo se debe a una serie de realidades, especialmente a su palabra, los hechos que ha mostrado, a su humildad, prudencia, respeto y buen trato con todo el mundo, incluso sabe escuchar al ciudadano de a pie como al más encumbrado de los mortales. Es organizada, trabajadora inagotable y ha ganado espacio importante en el concierto nacional, especialmente en temas de seguridad ciudadana.
Ah, que tiene errores, obvio, incluso este columnista en alguna entrega anterior criticó cierta actitud que no ha vuelto a repetir. Que tiene algunos colaboradores que no gustan y que hacen daño a su imagen, sí, pero es parte de la dinámica política.
Adriana Magali posee eso que algunos llamamos “tener ángel», cualidad muy escasa, y de continuar por ese sendero esta llamada a grandes retos para su satisfacción y bienestar general.
Su condición humana está lejos de esas actitudes hipócritas, de arrogancia y prepotencia que asumen ciertos políticos frente a quienes le confiaron su representación en el ejecutivo o el legislativo.
El miércoles vimos a un ser humano con un alto grado de tensión esperando el fallo, hasta se quebrantó públicamente. El jueves, ya con el resultado a su favor, volvimos a ver a la mandataria en su esencia del día a día.
Hubo incluso una anécdota especial donde se mostró muy amistosa y solidaria con el diputado Juan Guillermo Beltrán, quien al aparecer en escena fue señalado jocosamente por un periodista como “el culpable” del viacrucis de la gobernadora, ya que por expresarle su apoyo resultó investigada. Mientras los asistentes reían por la ocurrencia del comunicador, Adriana se levantó a saludar y abrazó a Juan Guillermo, expresando firmemente que “él no fue el culpable”.
Este proceso por doble militancia en la modalidad de apoyo que se ganó la gobernadora, independiente de lo señalado en el fallo, es el resultado del estrés de la campaña, de una grabación hecha en la hora boba, nunca de mala fe, fue un descuido en donde los protagonistas olvidaron que no se puede dar papaya.
Bien por el Tolima, por su mandataria y el desarrollo regional.
Por: Miguel Salavarrieta Marín, periodista.