El alcalde y el gobernador escenifican una patética parodia de Chespirito.
En los últimos días fue noticia el reciente round de la pelea en que vienen trenzados los mandatarios cuando Jaramillo quiso oponerse a un evento de Barreto donde entregaba ‘colombinas’ y ‘globos de colores’ a los habitantes de una comuna de Ibagué.
De eso quedaron varias lecturas: el analista y asesor de la Gobernación Alexander Castro recomendó al alcalde visitar un siquiatra y revisar las dosis de los medicamentos u otras sustancias que consume Guillermo Alfonso Jaramillo. Al alcalde también le vendrían bien unas gotas de la valeriana que tanto ‘bien’ le hacen a Álvaro Uribe para atemperar el genio y no salirse de casillas.
Para rematar y ante los cuestionamientos sobre la inseguridad en la ciudad, Jaramillo anunció para sorpresa de tirios y troyanos que contemplaría la posibilidad de cerrar las entidades bancarias que no pagaran su propia vigilancia. Es decir, el alcalde se abrogó competencias propias de autoridades del orden nacional como la Superintendencia Bancaria. Totalmente incomprensible.
El otro ‘loquito’ o que se está haciendo el loco a propósito: Oscar Barreto sigue muy orondo sin entregar cuentas a la justicia por sus desafueros actuales y pasados que van desde el saqueo del Federico Lleras, esquilmar el presupuesto, enriquecer a personajes que andaban sin cinco, como Mauricio Pinto, Andrés Ospina Rosales; o el exdiputado alias ‘Caliche’, de Purificación; y ahora con el joven concejal de Espinal que le sonsacó al coronel Jorge Enrique Cartagena.
Muy consciente o haciéndose el loco con ganas, Barreto pondrá senador (Miguel Barreto), quizá dos representantes y hasta sucesor y alcalde de Ibagué en 2019, si lo dejan y se lo permiten la pasividad o la lentitud del dinero y contratos con los que se supone ha ‘engrasado’ a fiscales, procuradores y contralores, de pronto hasta magistrados, para permanecer impune todos estos años.
Así las cosas, perdemos todos los tolimenses e ibaguereños con estos locos de atar que nos gobiernan. Esperar a ver si en 2019 el voto de opinión derrota a las camarillas y grupúsculos. A la casta Jaramillo, con 40 años en el poder; a la de los Martínez Rosales, 20 años de disfrutar de lo público; y la casa Barreto, en peligroso ascenso hacia copar todos los escenarios de poder y representatividad en el Tolima.