El primero.
Por años, décadas quizá, los valles interandinos y la ladera andina tolimense, fue el sustrato gratuito para el experimento corporativo internacional de la aplicación indiscriminada de insecticidas, fungicidas y herbicidas. Luego (tras el primer atisbo del cambio climático) llegarían los acaricidas, nematicidas y todos los cidas hasta llegar a los actuales nanos, que la “ciencia” de la posguerra y de la colonización-intervencionismo cultural nos pudo traer y trae, primero en el reducido frasco del “desarrollo”, después en el empaque sellado de la “industrialización” del campo, luego en el estuche barato de la “competitividad” y últimamente en el embalaje de papel periódico usado de la “certificación”.
Como sea, con la criminal complicidad histórica de los gremios (Fedegan, Fedearroz, Fedecafe, Fedealgodon, Fenalce, Fenavi, y todas los “Fe” hasta llegar a las actuales cartelizaciones llamadas vulgarmente “confianza inversionista”), se bañaron de cualesquier miles de toneladas o millones de litros de venenos tipo I, II y III suelos, quebradas, ríos, lagunas y hasta las mismas escuelas públicas rurales en valles y montañas del Tolima.
Baste solo recordar una de las campañas del pregonado gremio de la mula y del arriero, pagándole en los 90 a los niños escolares, en una de sus tantas “salvadas del Planeta” para que les recogieran las bolsas ya vacías del siempre efectivo Thiodan, (el potente insecticida y acaricida, soluble en ¡agua!, solo prohibido cuatro décadas después), como su oportuna respuesta “científica” de primera mano ante el inusitado brote de la broca – la cual se dice en la lengua castrochavista, que nunca han de faltar – fue allegada por entonces desde el Ecuador, gracias a un adelantado y visionario empresario de la venta de venenos para cultivos lícitos e ilícitos, pues no solo hacia el mandado precisamente para los palos de café próximos a infectar, sino para otros tipo de palos que empezaban a dar hojas rentables, clientes seguros.
Mas el dilema no trata acerca de los plaguicidas o de la consecuente impunidad histórica de los actuales gremios agropecuarios ante el envenenamiento de esta milésima fracción de planeta llamada Tolima y que hoy alegremente nos quieren embolatar con eslóganes de bajo cuño de su tradicional partido político de los “inversionistas”.
El dilema es acerca de los abonos. En especial de uno de los más imprescindibles para todos los tipos de agricultura que se conocen: la tradicional, la convencional, la industrial, la orgánica, la ecológica, la biodinámica y todas las demás que nos dé por revivir.
Los abonos a base de fósforo o fosfatados.
Aparentemente de bajo costo, el Tolima y Colombia, desde hace más de siete décadas depende, y por tanto los importan, a través de comercializadores locales que se lo rebuscan internacionalmente con dealers que los adquieren de los únicos países que poseen las más grandes reservas que existen, en su orden en billones de toneladas: Marruecos y el Sahara occidental (50) (cabe decir que con ayuda de USA, el primero invade al segundo, desde los 70, por obvias razones), China (3,2), Siria (1,8) (sobra decir quien la invadió y destruyó y sus razones), y Brasil (1,7).
El dilema está en que las reservas se agotarán, se cree, hacia el 2040 (la Unión Europea declaró al fósforo como abono, una “materia prima critica” desde 2014). (Artículo Eficiencia de uso del fósforo y fertilizantes: futuras oportunidades de mejora. Revista Frontiers of Agricultural Science & Engineering, China, julio 29 de 2019).
La razón, en los últimos 50 años se ha cuadruplicado el uso de fósforo o abonos fosfatados, en la oferta de cultivos para alimentos en el mundo.
Sin abono fosforado o fosfatado, es imposible producir cultivos para alimentos, a menos que la ingeniería genética logre plantas que prescindan de las fuentes de suministro antrópico y las hagan tan eficientes, que absorban el fósforo ricamente contenido en la mayoría de los suelos del mundo, pero hoy inasibles para estas.
Otra fuente, y la más asequible para paliar al hambre mundial, serian nuestras propias heces y las aguas servidas venenosamente ricas en fósforo venido de los desechos industriales y caseros.
Lo triste es que la salvadora tecnología de extraer el fósforo de excremento y el venenoso y volcarlo como fósforo sano para abono, solo la conocen las potencias que poseen armamento nuclear. ¡Que coincidencia!
Es decir, producir cultivos para alimentos dependerá de quien tenga o posea la capacidad económica de comprar el reducido stock de fosforo o abonos fosfatado después del 2040. O de quien pueda comprar o “alquilar” la tecnología de extraerlo de nuestro propio excremento y aquel de los vertimientos industriales y caseros.
Para los primeros, respecto a los países más densamente poblados, solo USA, India y China poseen sus propias reservas a su actual tasa de consumo agrícola, hasta de 37, 29 y 23 años respectivamente.
Es decir una nueva patica, para inventarse una guerra en cuerpo ajeno, o una invasión para llevar la “democracia” o para entrar a la fuerza de misiles alguna “ayuda humanitaria”.
Así que del tal Desarrollo, Industrialización, Competitividad y ahora Certificación, que por décadas nos encarretaron, mientras nos envenenaban, con su parla los gremios agropecuarios y su tradicional partido político de los “inversionistas”, nada después del 2040. Cero pollitos. O como diría un fallecido profesor de estadística de la UT: llanta.
Para los segundos, los del alquilar (porque comprar, ni pensarlo) el truco de volver masivamente excrementos humanos en abono fosfatado, solo los sortilegios, las ya seguras guerras entre latinoamericanos, o como en el caso local del socialismo turbayista ahora estratégico aliado político de los terratenientes congresistas de la ultraderecha en la meseta de Ibagué, el regalarles a los más ricos (casi todes ex directivos o influyentes asociados de los gremios parlanchines) con dinero público una de las tecnologías alquiladas (Agrópolis), para luego cobrársela a los más pobres, cuyo única riqueza después del 2040, será su diaria producción de excremento. Y eso si para dicho año, tienen comida de que alimentarse.
El segundo.
Que tiene que ver y mucho con lo anterior, incluso para esta milésima fracción de planeta llamada Tolima junto a sus gremios parlanchines: la debacle que ya arrancó para el monopolio tecnológico de los gigantes Google y Facebook.
Sencillo, la elogiada autocracia tecnológica neoliberal que impusieron a punto de concentrar mega riquezas gracias a sus desorbitantes ingresos por publicidad dirigida mediante el uso sin permiso (robo) de nuestros gustos, malquerencias y datos personales, llega a su fin. Por lo menos, así se lo hicieron saber esta semana dos fiscales generales estatales gringos, en Texas y en Nueva York (USA), anunciando investigaciones contra Google y Facebook por posibles violaciones a las leyes antimonopolio, quien lo iba a creer, de los mismos gringos, que se inventan cada rato guerras e invasiones, para imponer sus monopolios como los de los plaguicidas y los de los abonos fosfatados, por ejemplo.
Al mismo tiempo a los dos gigantes ya les llevan importantes investigaciones, audiencias o casos en Alemania, Francia, la Unión Europea, Israel, India, Singapur, Rusia, México y Australia, entre otros.
Según lo cita el columnista del diario británico The Guardian, Matt Stoller: la gran quiebra tecnológica finalmente ha comenzado.
Según lo explica Stoller, Facebook y Google son básicamente backends (retaguardias) publicitarias vinculadas a grandes productos orientados al consumidor, por ello, Google tiene ocho productos con más de un billón de usuarios, y Facebook tiene cuatro productos con más de un billón de usuarios, así sus modelos de negocio sean bastante complejos, lo esencial, explica el columnista, es que buscan colocar anuncios frente a usted mientras intenta comunicarse o cuando busca algo que desea.
Digámoslo en palabras del propio columnista: “…Estas corporaciones se han vuelto tan poderosas, que no basta con el que sean reguladas por los tradicionales mecanismos comerciales de sociedades democráticas. Debemos trabajar a través de nuestro gobierno para dividirlas y regularles nuestro constitucional bien común al libre acceso de la información, o éstas terminarán convirtiéndose en nuestro propio y real gobierno y tal vez eligiéndonos lo que vemos y sabemos, sobre el mundo que nos rodea”.
Y precisamente en eso de contar con un gobierno que vele por nosotros y en contra de los monopolios y la corrupción y el crimen que ésta desata, no es lo que caracteriza a la lumpencracia que gobierna y dirige a Colombia, como se puede observar en el caso Odebrecht, para solo citar un ejemplo.
Solo así se entiende porqué al inicio de su gobierno el subpresidente colombiano, obedeciendo un mandato gringo, decidió apropiar ilegalmente (intervenir llaman por acá) para Colombia y expropiar de la misma forma para Venezuela, su socio y codueño por más de 40 años, la plena propiedad de la necesaria empresa para el campo colombiano y para los gremios parlanchines, de producción de abonos subsidiados incluido los fosfatados, MONOMEROS COLOMBO VENEZOLANOS S.A., que tanta oportunidad laboral dio a los agrónomos tolimenses. (Portal de noticias SputnikNews.com, mayo 31 de 2019: “Con el aval de Argentina, Guaidó se queda con otra empresa venezolana en el exterior”).
PD: En anteriores notas, quien esto escribe hizo alusión del preguntar porque las “autoridades” ambientales, secretarías de Agricultura y de atención de desastres en Ibagué y el Tolima, junto a ciertos “intelectuales” de la ecología, no llaman al cambio climático como tal, sino que dieron en inventarse el remoquete de “variabilidad climática” para explicar de todo incluso lo que no saben, entre estos los incendios forestales. Bien, además de un ansia facha heredada por criminalizar todo, en especial a los más pobres como los únicos agentes de nuestra desgracia capitalista, y de obedecer al pie el “libreto científico” de quien les dona sus dólares para enseñarles a ver pájaros, mientras luego se quedan con nuestros paramos, la respuesta se puede encontrar en esta reciente nota del portal commondreams.org: “Lo que los medios corporativos y el establecimiento neoliberal no quieren admitir sobre la emergencia climática”
Por: Luis Orlando Ávila Hernández, ingeniero agrónomo.