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En memoria de mi amigo entrañable Armando Aragón Jr.

Para quienes conocimos a Armando, estamos seguros que es quizás el comunicador más infravalorado del Tolima. Era querido, admirado y respetado, no obstante, aún no se ha hecho un homenaje póstumo que vaya acorde a su trayectoria.

Aragón Jr. jamás se intimidó ante el poder, ni le agachó la cabeza a nadie para conseguir un beneficio particular. Era un hombre con una enorme riqueza cultural y una gallardía como muy pocos. Elegante por naturaleza.

Fue la noche del martes 15 de enero de 2019 en la que tuvimos nuestra última conversación. Después de saludarnos vía Whatsapp, me llamó y me propuso vernos el miércoles. Le dije que mejor el jueves (me arrepiento) porque ese día tenía pico y placa en mi vehículo. Todavía ronda eso en mi cabeza.

Armando, fue más que mi gran amigo. Era mi padre putativo, mi maestro, mi contertulio, mi confidente. En un mundo en donde es tan difícil confiar en la gente, sabíamos casi todo el uno del otro. Nuestra confianza era muy grande.

Era un erudito de la comunicación. Con su  particular voz fue narrador de varios deportes, entre ellos el fútbol y el ciclismo. Y como el mismo decía: “narro también baloncesto, que es quizás el deporte más complejo de narrar”.

Era implacable a la hora de hablar de la realidad del Deportes Tolima. Se saludaba con las directivas del equipo pero eso no le impedía denunciar las cosas que otros en su lugar callaban. En su programa la Tertulia del Fútbol, del cual fue director, mostró su estilo particular en donde ganó amigos y enemigos. Jamás pasó indiferente.

Fue un ‘pitoniso’ de la política (no exagero). Era un sabueso, que olía e identificaba con muchos meses de antelación quiénes podían ser gobernadores o alcaldes en el Tolima e Ibagué. Lo buscaban, porque era como un amuleto de la buena suerte.

Como lo conocí, sabía que no era magia, ni poderes sobrenaturales. Simplemente, sabía más que muchos políticos de política. Era un gran lector y aprendió a leer entre líneas como lo evidenciaba su sindéresis. Encontraba rápidamente las capacidades de las personas en muchas áreas. Su inteligencia pragmática era muy alta.

Fue profesor de más de un periodista con fama en la región. Fue asesor de más de un político, pero jamás fue un lambiscón de los que se hinca ante los que tienen poder. Saludaba al celador del edificio, al vendedor de dulces, a la señora de los servicios generales. Lo hacía con el mismo cariño y respeto que al dueño del aviso. Era un humanista.

En alguna ocasión un secretario de despacho al cque conocía muy bien, lo ignoró en su dependencia y no lo quiso saludar. Ese proceder fue repetitivo. Cierta vez, a ese funcionario se lo encontró en el gimnasio y este trató de saludarlo efusivamente con gran hipocresía. Aragón lo miró y le respondió: “Mijo, usted no me salude como si fuera mi gran amigo, cuando en su oficina yo soy un desconocido”.

Así era, sin pelos en la lengua, frentero, caballero y honesto. Me quedan nuestras eternas charlas de política, nuestras discusiones sobre el rumbo del país. Me queda el cariño y el aprecio que me hizo sentir siempre. También, conocí a su familia  a su esposa (la señora Marleny) y a sus hijos a quienes les tengo un profundo aprecio.

Se cumplieron cinco años de su ausencia y el vacío sigue latente. Su recuerdo no se va porque hombres como él dejan una huella grabada con tinta indeleble.

Como Armando Aragón Jr. no hay dos ¡Descansa en paz mi querido amigo!

Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy.

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