La realidad es que hoy por hoy la mayoría de la relaciones no son lo que parecen. No porque lleven muchos años, tengan hijos o intereses económicos; significa que sean saludables o buenas. La baja autoestima, el miedo a la soledad, a empezar de nuevo, etc., permitirá que se le busquen pócimas mágicas a lo que puede estar muerto.
Crecimos con la influencia religiosa, que nos inoculó que casarse es para siempre, que Dios odia el divorcio y demás reglas que por supuesto tienen su límite. Por esta razón, las abuelas aguantaron infidelidades y hasta maltratos psicológicos y físicos. El miedo al rechazo social reprimió muchas cosas.
Ahora es diferente, pero, no por eso mejor. Decenas de mujeres (no todas aclaro) se fueron al otro lado y se igualaron a los hombres de antaño. En esa guerra se sexos, no ganaron las mujeres sino, perdió la sociedad. Ya casi, nadie cree en nadie y las relaciones se basan en su mayoría en meros impulsos sexuales que duran lo que tienen que durar.
“A la mierda, nunca vuelvas” cantan muchas niñas mientras crece en ellas de manera camuflada una misandria o androfobia que se exacerba en la edad adulta. Los hombres por su lado, buscan dinero o estatus a como dé lugar para tener acceso a las modelos del Instagram.
Es compleja la situación porque el género masculino sigue buscando belleza física fijándose muy poco en el contenido. Buscan nalgas perfectas, esperando que la dueña le salga con buenos sentimientos. La mala salud mental nos invita a pensar que conocemos gente atractiva, no obstante, llenos de muchos traumas, egocéntricos y con la profundidad de un charco de agua.
En esta era del nihilismo, la realidad es que las relaciones están pegadas con babas. Tanto hombres y mujeres, llevan vidas vacías esperando que otros los llenen de lo que deben obtener por cuenta propia. En esa espera los involucrados se han vueltos cuadripléjicos sentimentales, con una inercia total y esperando milagros.
Si no hay voluntad de ambas partes, nada mejorará, antes cada día irá de mal en peor. Si hay uno solo que quiere ceder tampoco sirve, porque se necesitan dos. Si ambos están sintonizados las cosas fluyen y son doblemente afortunados. El amor saludable va acompañado de paz. No hay que confundir el amor con el apego emocional.
El amor verdadero se basa en libertad y si alguien es más feliz sin nosotros es hora de dejarlo partir. ¡Claro que duele! pues lastima nuestro ego. Hacemos pataleta cuando las expectativas no se dan. Una vez entendemos que nadie nos debe nada, podemos ser más felices. El trabajo es largo.
Así que es hora de dejar los cuentos Disney y hacer una verdadera introspección. El daño que otro nos hace, es el que permitimos. Casi nadie nos hace mal con intención, cada uno lucha con sus propios vacíos y es protagonista de su propia película. El papel de víctima es muy infantil.
Si quieres una relación perfecta, lamento decirte que no existe. Hay relaciones buenas, que pueden seguir mejorando mientras cada uno se comprometa desde su orilla a crecer como ser humano. Nadie puede hacer feliz a nadie, si no puede serlo por su cuenta.
Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy
Editor General.