El candidato a la Alcaldía no se ha pronunciado sobre las andanzas de quienes apoyan su campaña.
Concretamente, sobre las dos condenas (no una) que pesan sobre el dirigente político Pedro Pablo Trujillo, quien fue sentenciado a su turno por juzgados penales, el Tribunal Superior de Ibagué, y la Corte Suprema de Justicia, por anomalías en contratos públicos que estuvieron en cabeza suya.
A Trujillo, le concedieron la suspensión condicional de la pena en la primera condena, pero de confirmarse la segunda medida punitiva, debería ir a prisión.
Todo este prontuario de indelicadezas de Pedro Pablo Trujillo no ha merecido ni una reacción de Ricardo Ferro, quien se hizo acompañar del dirigente del partido de la U, cuando lanzó su campaña en agosto de 2014.
También se ha visto al condenado en compañía de Ferro, en la presentación de su lista al Concejo, en la inscripción de su comité de recolección de firmas, y en otros actos públicos.
Bien es sabido que las responsabilidades penales son individuales, y que Ferro no tiene que responder por los zarpazos que ejecute Trujillo Ramírez en la administración pública (se sospecha que sigue en ellos por interpuesta persona), pero sin duda se manda el mensaje equivocado a la opinión pública al no apartar de la campaña a alguien que está seriamente cuestionado.
La campaña a la Alcaldía de Ibagué apenas empieza, y los aspirantes, dictaría el sentido común, no deben dejar el lado flaco donde puedan ser vulnerables y criticados, por delitos y actuaciones que no son de su resorte, pero que les pueden llegar a restar votos y simpatías, por el mero capricho de mantener unas alianzas políticas a toda costa, que nadie sabe, si se traduzcan en votos contantes y sonantes, el día de las elecciones.