Miguel Salavarrieta Marin
Miguel Salavarrieta Marín

Gobernadora del Tolima con pantalones en el territorio ¡Ya!

La gobernadora del Tolima, Adriana Magali Matiz, se convirtió este fin de semana en la noticia protagónica de los medios de información de cobertura nacional y regional de todo el país, por su valentía, respeto y diplomacia al exponer el problema socioeconómico más delicado que afronta Colombia con la reactivación visible de la insurgencia y “su combinación de formas de lucha” que atentan contra la discreta tranquilidad de los colombianos y el proyecto gubernamental de la paz total, la lucha contra la pobreza y la inequidad.

La gobernadora de los tolimenses, desde finales de febrero, clamó ante el Gobierno Nacional por la orfandad en que se encontraba en la lucha contra la delincuencia armada. «Me siento sola y no hay claridad para enfrentar las disidencias armadas que están afectando a la comunidad«, publicó en X (antes Twitter) la mandataria regional.

Tan solo cinco días después, la aparición de un vehículo con grafitis alusivos al frente Ismael Ruiz de las disidencias de las Farc, fue otro golpe material y sicológico que llevó a la gobernadora a exclamar: “el regreso de imágenes que no veíamos desde hace décadas ha sumido a nuestro territorio y a nuestros ciudadanos en el temor y la zozobra”.

Llegó el día de la “Primera Cumbre de Convivencia, Seguridad y Justicia con departamentos y ciudades intermedias”, con sede en Bogotá a instancias de la Federación de Departamentos y el ministerio de Defensa, con presencia de la cúpula militar y nuestra gobernadora llegó con plenas pruebas y una simbólica camisa con llamativos y claros mensajes alusivos al hecho de que la “violencia, guerrilla y narcotráfico reaparecen en el Tolima” o llamados de atención/invitación como “acciones Ya” o este otro, ubicado muy cerca a su corazón “más territorio, menos escritorio” que tuvo frutos inmediatos al fijarse a Planadas como sede de una cumbre de seguridad regional en la primera semana de abril.

La funcionaria tomó el toro por los cachos y cara cara con el ministro de Defensa y la cúpula militar a un lado, la mandataria con inteligencia, respeto y gran emotividad esbozó su clamor, que con toda seguridad quedó grabado en los responsables de la seguridad nacional y encargados de combatir la delincuencia armada.

Curiosamente, en un vídeo que sigue dando vueltas, aparece la gobernadora en su intervención, mientras el ministro Iván Velásquez sigue ocupado con un suculento plato, actitud que muchos han censurado calificándolo de irrespetuoso, pero haciendo de abogado del diablo, creo que existen varias justificaciones, entre ellas, que esa fue la mejor táctica militar para no sostener la mirada cuando le están cantando la verdad.

De todas maneras el ministro fue amable con la gobernadora, reconoció en rueda de prensa su lucha contra la delincuencia y la intención de invertir recursos económicos en tan dura tarea y coincidió con la gobernadora en su tesis y principio constitucional de que “con paz o sin paz, es necesario que las Fuerzas Militares tengan la capacidad de copar los territorios”.

Próximos a cumplir los tres primeros meses del gobierno de la abogada Adriana Magali Matiz su balance es muy positivo. Seria, humilde, responsable, respetuosa, dueña de sus actos, organizada y ha sabido priorizar las dificultades. Algunos de sus copartidarios, según la prensa, la han atacado por referirse a algunas posibles fallas en la construcción del coliseo menor en Ibagué, pero es que su mandato es claro y eso del “tapen tapen” es para los gatos, gústele a quién le guste. Ahora se vienen otros incómodos debates. Veremos.

Personalmente me ha gustado el manejo de su ejercicio, de su personalidad, de su imagen, excepto de un vídeo que filtraron de regaño en el primer consejo de gobierno. Obvio, la falla fue de los funcionarios; pero eso es interno.

Veo que el manejo de su imagen es el acertado y se basa en hechos relevantes. Es que eso de estar alzando gatos, abrazando perros y muchas otras cositas del culto a la personalidad restan importancia al funcionario y seriedad a sus ejecutorias.

Por: Miguel Salavarrieta Marín.

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