Se fue el año y con él los recuerdos de varias jornadas adornadas con refrigerios y largas peroratas.
Un desfile de heroísmo macabro de los victimarios, escuchados en casi sepulcral y doloroso silencio en el que las víctimas se han sumido, escuchando pacientemente la justificación de los crímenes de unos y otros.
Obligados a aplaudirlos diplomáticamente en escenarios académicos de vieja data, donde se sobrevive a emboscadas políticas y pedagógicas sin más que perder, que la esperanza.
Toda clase de exabruptos y abusos vi pasar.
Comisionados de esclarecimiento de la verdad llegando en helicóptero a zonas donde la Fuerza Pública con algunos de sus agentes otrora cometieron crímenes de lesa humanidad, rodeado de militares activos y con ellos en la mesa principal repartiendo refrigerios, tanto como él repartía micrófono, para que las víctimas contaran a grito herido sus males y sus pesares sin el respeto mínimo por la dignidad humana, la intimidad y mucho menos por el rigor de la protección de datos personales y la discrecionalidad que amerita LA VERDAD.
¡Venga mija, cuénteme ¿qué le pasó? Así…cual «¡señorita Laura!”
Vergonzantes y chabacanes shows enmarcados dentro del derecho de las víctimas a hablar y el deber de los comisionados a escuchar lo que sea, para mostrar resultados.
Escenarios pedagógicos convertidos en trincheras políticas de las ex-Farc , quienes sembraron el terror fusil en mano, arrebatándonos a nuestros niños del campo, convirtiéndolos en armas de guerra, carne de cañón o pernadas.
¿Cuál verdad?
¿La de ellos, la de los victimarios?
¿La de los victimarios que ahora parecen tener aúlicos justificando ideológicamente los crímenes cometidos por unos y por otros?
¿La de los victimarios que utilizan escenarios académicos y pedagógicos para justificar la eliminación sistemática de civiles inocentes bajo la premisa de que fueron «errores de la guerra», daños colaterales?
¿La del victimario ofreciendo (pidiendo dicen ellos) perdón, por un error de la guerra, no sin antes aclararle a las víctimas que no pueden reclamar nada, que lo pasado es pasado, que perdonen y olviden y que no esperen reparación económica porque hay que pasar la página porque ellos no tienen plata (y en caso de tenerla, sería fruto de extorsiones secuestros y actividades ilegales? ¿Pagar con sangre, sangre de inocentes?
¿Quién les dio a entender que la cosa era así?
Un perdón ‘engalamido’ y desteñido, ausente de toda consideración, empatía y respeto por las víctimas, un perdón burlesco, un arrepentimiento similar al de las putas….perdones de curas, diría don Andrés Caicedo.
Ojalá esos ‘perdones’ no sean oportunistas y arbitrariamente tomados por ellos para compensar compromisos jurídicos y que no estén usando a la victimas «pa’la foto».
Ese es el problema cuando se nombra a las personas basados en sus títulos y no en su experiencia.
Rellenan los espacios con cualquier cosa y creen que la guerra en Colombia es igual a un sancocho de río: papa, yuca, plátano y lo que sobra del mercado… al final lo que importa es el resultado y que todos queden llenitos y contentos, pasando por sobre de la dignidad humana y abusando de la tolerancia y resignación de nuestras víctimas y sus sobrevivientes.
Los comisionados del esclarecimiento de la verdad, los delegados de la Jurisdicción Especial de Paz y los comisionados para la búsqueda de personas desaparecidas deben reflexionar acerca de los protocolos y especialmente los relacionados con la protección de datos personales y entender que para ellos es muy fácil hablar de muertos cuando no han llorado ninguno y cuando no esperan un retorno vivo o muerto.
Los que se metieron a la guerra de manera ilegal y los que escogieron la guerra como una profesión de vida tienen derecho a quejarse de sus propios dolores y muertos, como efectivamente lo hacen todo el tiempo; la pregunta es: ¿Y los que no estábamos en la guerra porque tenemos que pagar los platos rotos, aún después de pagar la cuota involuntaria?
Se les está exigiendo muy poco y creyeron que los escenarios de implementación son pequeñas vitrinas para shows decadentes en donde danzan victoriosos unos y otros sobre las muertes y los cadáveres no retornados de nuestras familias.
¡Así no es¡
Esa irresponsabilidad en la que están incurriendo los comisionados, le está costando al país muchísimo y especialmente a la credibilidad de la implementación de los acuerdos de paz.
¡Por eso la gente no cree en los acuerdos de paz, por la falta de respeto en la que están incurriendo unos y otros¡
No dicen nada en los escenarios públicos, pero lo manifiestan muy bien en las urnas.
Establezcan protocolo serios, responsables; con un juicioso y profesional acompañamiento en protocolos de Salud Mental, un riguroso manejo de la protección de datos sensibles cómo lo ha ordenado la Corte y como lo establece la ley, la absoluta discrecionalidad confidencialidad y el celo profesional por la información y su debida custodia.
Exponer a las víctimas públicamente es ilegal.
Por sobre todas las cosas, dejen de estar mezclando a todas las víctimas en una sola olla, que una cosa es mamá Ramona y otra es una marrana mona.
Infortunadamente este no es el país de pajaritos cantando alrededor de girasoles mientras los niños corren alegres sobre los campos floridos: este es un país en donde defender a la gente nos ha costado la vida y en donde exponer a las víctimas, sus representantes y sus líderes es prácticamente entregarlos en bandeja de plata a quienes simplemente no toleran, ni tolerarán jamás que este país quiera dejar una guerra fratricida atrás.
A los victimarios de ser posible y si les da la gana, controlen la lengua, nosotros, las víctimas y los sobrevivientes, tenemos derecho a reclamar el buen nombre de nuestros familiares, la verdad histórica y jurídica y acceder como lo dice la Ley a unas garantías de no repetición y a una indemnización justa y la reparación de los daños causados por ustedes los legales y los ilegales.
Nosotros estábamos quietos y tranquilos hasta que ustedes decidieron sobre la vida de nuestros familiares, sus bienes y nuestra fatal existencia.
Respeto, pueden considerarlo ustedes como una buena medida de reparación, dejen de estar justificando lo que hicieron porque para nosotros el dolor es una cosa y la resignación es otra.
Siendo la única premisa cierta que a la verdad no vamos a renunciar,
Pónganle seriedad a esto antes de que se convierta en un circo escandaloso que perpetúe la impunidad.
Como decimos en el campo: «como van las cosas…ni el enfermo come, ni hay que darle«.
Por: Nubia Flor Russi, defensora de Derechos Humanos.