Estoy seguro que muchos de los que han llegado a países como España, Canadá o cualquier otro que tenga la figura de brindar refugio, después de leer esto, me va a detestar, maldecir y hasta me tildará de inconsciente por atreverme a decir las cosas que, muchos saben y se hacen los pendejos.
Sobre todo, si estos “refugiados” llegaron con mentiras a los países en mención; pero, no se puede esperar nada más de la hipócrita y solapada actitud de cientos de miles que recurren al viejo truco de inventarse una persecución en su país de origen y luego justificarlo porque son unos berracos y echados pa’ lante.
Estoy más que seguro que quien tenga un familiar en el extranjero que llegó a ese lugar con falsedades y artimañas, me condenará y me maldecirá hasta más no poder y me tachará de inconsciente por no comprender la dura situación, el sistema, la falta de oportunidades etc. Y, a lo mejor, como aquella vez que escribí sobre la gente que dejaba su país por ir en busca del sueño aquel, los dioses me envíen la eterna condena.
Sin embargo, me arriesgaré a hacer esta crítica hasta el final. En mi defensa diré que, ahora que conozco otros sistemas diferentes al de mi país, me doy cuenta que las oportunidades para emigrar sin recurrir a la mentira existen y muchas veces están al alcance de nuestras manos.
Por supuesto que para emigrar se necesita dinero, eso no es gratis, nunca lo será, a no ser que seamos seres extraordinarios y nos quieran tener en sus países, pero, aun así, estoy seguro que se necesitará dinero. También, se necesita de un golpe de suerte o una bendición divina. Emigrar no es fácil. Es más complejo de lo que muchos quieren ver.
Por ejemplo, una de las cosas que la gente no comprende, es que depende del lugar a donde se quieran ir, sí o sí, necesitan aprender un idioma; necesitan, además, capacitarse, estudiar, dejar de lado la ley del menor esfuerzo; ser conscientes de que cambiar de país no es llenarse de dinero o vivir el sueño eterno. Sobre todo, creo que lo más difícil, además de la adaptación, es cambiar el chip. Es duro, muy duro y complejo en todos los aspectos como ya lo he dicho antes.
Ahora bien, el negocio del refugio, porque lamentablemente el refugio se volvió tan lucrativo como el buscar amante en el país del tío Samuel por papeles, es una realidad. Cientos de personas llegan a estos países, sí, en busca de una mejor viva, oportunidades y demás, pero, también lo hacen con historias tan rebuscadas que, no deja de causar sorpresa cuando se les escucha decir que son aceptados.
Estoy convencido que, con el paso del tiempo, estas mentiras causarán el mismo efecto que los matrimonios por conveniencia. Las leyes y medidas se van a poner más drásticas. Porque el efecto del pastorcito mentiroso tiene sus consecuencias.
Por supuesto, una persona que logra un asilo tiene de todo y casi para todo y todos; no obstante, una gran mayoría se estancan y con el paso del tiempo comienzan a desarrollar una dependencia mórbida por las ayudas del Estado.
En otras palabras, se convierten en una suerte de garrapata o algún bicho de esos que se alimentan de sangre; no son capaces de salir de su zona de confort, se dedican a tener hijos y ven las ayudas que les da el gobierno como su teta eterna.
Lo que es peor, algunos de estos personajes ni siquiera aprenden el idioma, se dedican a trabajar de manera ilegal y, por si fuese poco, enseñan a sus hijos a ser igual o peor de mantenidos. Algunos, para completar, creen que todo se les debe y, por alguna razón incomprensible, viven en contra de las leyes y de la misma cultura.
Lamentablemente, estamos tan acostumbrados a la trampa que, solemos romantizar el asunto; escuchamos hablar de los guerreros que son todos esos que, un día, decidieron salir del país y llegar al extranjero con historias fantasmagóricas; escuchamos además que son unos valientes, que tuvieron huevos por haber sostenido una mentira hasta el final. Se les justifica y magnifica porque el fin justifica los medios, porque hecha la ley hecha la trampa o simplemente porque el vivo vive del bobo. Sin mencionar la papaya.
No obstante, es necesario aclarar que, así como llegan personas o familias enteras con sus cuentos fantásticos, también hay otras que en verdad han tenido que dejar a su familia, sus bienes, su gente, su amor y todo lo que alguna vez conocieron. Son personas guerreras, trabajadoras, que contribuyen a que los países a donde llegan se enriquezcan. Otros, que en verdad necesitan el asilo o refugio ni siquiera logran salir del país de origen y son asesinados.
Entonces, que quede claro que ser refugiado no es sinónimo de ser mentiroso o cobarde, por el contrario, si venir de manera legal es complicado, venir en condición de refugio lo es mucho más.
Por otro lado, están las personas que se toman el trabajo de estudiar, de capacitarse, de invertir y gastar todo lo que tienen para poder hacer realidad sus planes o sueños. Personas que muchas veces le venden el alma al diablo o que venden hasta el nido de la pobre perra con la ilusión de empezar de cero. Son personas que no escatiman en esfuerzos para poder adaptarse y vivir de una mejor manera.
Tal vez por eso, no deja de causar un poco de escozor el descubrir que mientras unos la luchan o se ven obligados a partir, otros se la ganan fácil con solo mentir.
Finalmente, tengo que decir que vivir con una mentira como esta, al final, es vivir atormentado por el hecho de saber que si algún día, no importa que hayan pasado los años, los llegan a descubrir, se les aplicará todo el peso de la ley. Y si hay algo que los gobiernos extranjeros no le perdonan al inmigrante es precisamente eso: las mentiras verdaderas.
Por: Luis Carlos Rojas García, escritor.