El mismo día que el ELN secuestró al papá del futbolista Luis Díaz, este servidor recibió tres madrazos de personas distintas al volante y dos retadas a pelear en un partido de fútbol entre amigos. Los lectores dirán: ¿Y qué tiene que ver lo uno con lo otro? Pues mucho.
Cada vez me convenzo más, que esa es nuestra idiosincrasia. Así tratemos de tapar el sol con un dedo y enumeremos algunos grandes ejemplos de sobresalientes colombianos en muchas áreas, parece que una inmensa minoría de desadaptados hacen más bulla.
Escucho a muchos decir: “Somos más los buenos” y me cuestiono: ¿De qué sirve? De hecho, el cáncer se expandió por todos lados e hizo metástasis. Por otra parte, los que nos calificamos como “personas de bien” no nos inmutamos. La indiferencia es complicidad y a ese grado de apatía llegaron la gran mayoría de colombianos.
Aquí no se respeta la vida de nadie. Mataron a Andrés Escobar el famoso defensa de la Selección Colombia en 1994 y ahora como si fuera un chiste el ELN que presuntamente “quiere” hacer la paz secuestra al papá de un jugador que lo único que le ha dado a Colombia es alegrías. En otros países les hacen estatuas a sus ídolos y aquí los matan o los secuestran.
Es común escuchar a la mayoría de la gente quejarse de estas infamias. No obstante, algunos se cruzan de andén cuando un habitante de la calle les pide comida. Otros son peores; van en sus vehículos y no les importa atropellar animales si están de afán. Varios aducen ser cristianos.
¿De qué nos servirán las especializaciones, las maestrías y los doctorados, en un país egoísta e indolente en donde cada quién busca lo suyo sin importar el daño que le haga a su semejante? Muchos políticos son un claro ejemplo de ello. Enamoran a su electorado para luego dejarlos botados. Solucionan su vida y la de sus familias sin ningún resquemor.
Mientras no se progrese de manera colectiva el fracaso como sociedad está asegurado. El individualismo, entrega beneficios a corto plazo, sin embargo, la vida se encarga de enseñarnos que siempre vamos a necesitar de los demás. Es ineludible.
En este país no fue ni la derecha y parece que tampoco la izquierda la que solucionó los graves problemas. Me inclino a pensar como el escritor Fernando Vallejo que el problema de Colombia son los colombianos y que ese ADN será imposible de modificar.
Ojalá llegara el milagro, el sueño utópico de vivir en paz. Obviamente, por mi parte creo que esa tarea no la realizará un político. Será obra de la Divina Providencia.
Andrés Leonardo Cabrera Godoy
Editor General